Desde la más temprana edad hasta el final de
la vida se puede intentar alcanzar metas. Con la jubilación nada se detiene, ni
el tiempo ni las ganas de vivir. La educación y la voluntad son el camino. La voluntad es la fuerza con la que la mente
humana puede ir más allá del limitado espacio biológico.
Se viene repitiendo desde la antigüedad
que "niño mimado, niño estropeado".
Si no escucha un "no" a tiempo, el niño no sabrá lo que es
correcto, ni lo que merece la pena. Si no se le anima en lo que suponga esfuerzo,
termina creyéndose el centro del universo. Puede tener de todo y no ser nunca nada.
Desde pequeños hay que superar los
peligros de la flojera, desidia, pereza, negligencia, apatía, dejadez, desgana,
gandulería, haraganería, indiferencia o simple vagancia porque si no se superan
se pequeños, cada vez será peor. Tengan la edad que tengan, la humanidad avanza
y progresa con los valientes. Desde la rutina y la monotonía no surge ninguna
luz para iluminar el camino "que se hace al andar" para ser alguien.
Sin sacrificio no hay nada que
merezca la pena. Todos sufrirán la indolencia, la mala educación y los caprichos.
Desde que nacemos, "el por-venir está por-hacer" (M. Martí i Pol)
Aprendizaje
Por eso, desde pequeños hay que
subir peldaños, esforzarse, enfrentarse con retos manejables, experimentar la
alegría de conseguirlo. También, a veces, no superar las metas, y saber perder.
De las heridas y fracasos se aprende. Respetar al contrario es aprender a
valorarse uno mismo. Así se va fraguando el espíritu de superación y aprecio a
los demás.
Enseñar siendo asertivos, democráticos,
comprensivos, inculcar la colaboración, formar equipos para encontrar
estrategias y solucionar conflictos, es esencial. Mejoran las habilidades con
un clima positivo. El resultado: quitar miedos. Conocerse y marcar pautas y logros.
Es menos cuestión de utopía que de determinación y voluntad. El resultado: progreso y realización.
Hay que recordar a todos que
"el temor a sufrir es más dañino que el propio sufrimiento" (A.
Gala). No hay que retroceder, ni huir, sino adaptarse, entrenarse,
prepararse y triunfar. Así desde niños.
Cuando un niño empieza a andar, da unos pasos y se cae. Pero no se queda ahí
tirado, porque no sabe andar. Se levanta y da otros pasos. Mañana lo mismo,
pero ya más lejos. Pasado el tiempo anda,
y luego corre a los brazos amorosos que le aguardan. Luego ya lo hace
por sí mismo, naturalmente. Y es feliz. No es "haz lo posible", sino "hacerlo
posible".
La excelencia no está reservada
para una etapa concreta de la vida. Dicho de otro modo, desde pequeños, la vida
nos enfrenta a muchos retos de muy diversa índole. En condiciones normales, la
superación es un 30% de ADN, mientras que la voluntad, la estrategia y el espíritu
con que la afrontamos, es el 70%. Cuando se pone alma, corazón y vida, todo es
posible. Una entrega y un esfuerzo total suponen una victoria completa, sea en
lo deportivo, en los estudios, en el trabajo, e incluso en la salud. El
optimismo y la juventud, el entrenamiento y el ejercicio hasta edades muy avanzadas, tienen una importancia capital.
Lógicamente no todos tienen que
llegar a alcanzar el número uno del escalafón deportivo, o de la carrera
elegida, ni el éxito en el trabajo, el amor o ser los más longevos de sus
contemporáneos.
Cada uno tiene las capacidades que tiene.
Pero, muchas o pocas, es preciso tener ideas claras y básicas: "la excelencia no lleva más trabajo que la
mediocridad"; "las heridas que uno haya podido recibir en la
vida, no otorgan ningún derecho a herir o pisotear a nadie"; "lo
excelente no deriva del cuánto, sino del cómo".
Intento decir que no es lo mismo
ser excelente que ser el mejor; que nada es gratis, y que sentarse a ver pasar la vida, no es la
solución. Buscar, salir del ego, tender a la solidaridad y a la empatía, a
hacer algo que merezca la pena y pueda ayudar a los demás, es tener un por qué,
una razón para vivir o un propósito. Incluso la generosidad no puede ser de
cualquier manera.
La vida es tan sencilla y tan exigente como:
hacer las cosas bien. Si no se alcanza la perfección desde el comienzo, por lo
menos intentarlo, desde el principio. Tener claro el lema: "sin exigencia, no se llega a la Excelencia"
(trabajemos solos o trabajemos en equipo). De ello depende que surja, en
nosotros o en el equipo, la alegría y la satisfacción.
Aunque parezca un contrasentido,
para llegar a esa acción que produce íntima recompensa, hay un camino previo
que es ir hacia sí mismo. Conocerse. Controlar las emociones, los sentimientos,
los pensamientos, los estados psicológicos y lo que ellos desencadenan. Lo
natural puede hacerse consciente.
Hay que tener en cuenta que
"el primer impulso ante cualquier situación emocional procede del corazón
y no de la cabeza. Pero existe también un segundo tipo de reacción emocional,
más lenta que la anterior, que se origina en nuestros pensamientos"...
"La mente racional no suele decidir
qué emociones "debemos" tener.... lo único que puede es controlar el
curso que siguen esas reacciones"(D. Goleman, La inteligencia emocional y La
práctica de la inteligencia emocional)... Y encauzarlas para tomar decisiones que permitan superarse
y sentirse bien.
El trabajo y la
intemperie
La excelencia no es una meta, sino
una forma estratégica de partida. Más
claro, "no es un destino, sino que es
una forma de viajar". A los
jóvenes les encantan los retos. Tienen que saber que como diría la presidenta
de Brasil "para hacer realidad los sueños, debemos traspasar los límites
de lo posible". Hay que echarle imaginación y determinación.
La juventud emprendedora. “En
busca de la excelencia” la obra maestra de Tom Peters y Robert H.
Waterman que marcó un antes y un después, no sólo en la literatura empresarial
de los últimos treinta y tantos años, sino también en las mentes de los profesionales y probablemente de la historia de los negocios. Ellos
identificaron las claves para alcanzar la excelencia empresarial, centrándose
en las personas, los clientes y la acción. Crecer con el cliente. Lo que
resumieron en 8 variables. No voy a hablar de ello, porque hoy me interesa la
excelencia en general, como virtud, talento o cualidad, en cada etapa de la
vida, no solo en el trabajo. Únicamente afirmar que "la inteligencia emocional constituye un requisito esencial para nuestro
trabajo" (D. Meiland).
Por su parte, en lo que se refiere a
los factores biológicos y psicológicos, es necesario revisar la conexión
existente entre el estrés y los trastornos de ansiedad, por un lado, y la
depresión, por otro.
Quien no sabe qué hacer en una etapa
determinada, en una encrucijada de su vida por pérdida de empleo, un
contratiempo, o cuando se jubila, puede quedar afectado por factores biológicos
o psicológicos. Es probable que tenga alguna conexión entre estrés, trastorno
de ansiedad, o tenga alguna forma de
depresión. Esa ansiedad pone en marcha un mecanismo de defensa que provoca
estados de preocupación intensos y síntomas físicos diversos. Todo depende de
la fuerza que desencadena la alarma, por un lado, y por otro, la amortiguación que su carácter,
su formación, el amor de su familia y la previsión social, pueden brindar.
A nadie le gusta quedarse a la intemperie, ni renunciar a
soñar. Pero si se abandonan las alas porque ya no se sienten ansias de volar o
descubrir un mundo nuevo cada mañana, no se descansa bien, ni se recuperan fuerzas
para luchar y saber "lo que es al
fin la libertad"(N.Bravo).
Última etapa
activa
¿Cuándo termina la juventud? Los
"jóvenes mayores", o los "jóvenes con arrugas", a sus
muchos años, se niegan a hacerse viejos, y son una referencia, porque, sin
importarle lo que diga el Documento Nacional
de Identidad sobre su fecha de
nacimiento, siguen haciendo lo que les apasiona. Muchos han desarrollado el hábito
de la ilusión y coraje. Son excelentes.
No piensan en dolores ni en medicación,
sino en luchar y no rendirse. Estar activos es vivir. Disfrutar lo que tienen y
compartir lo que pueden. Eso les ayuda a engañar al tiempo, y contradecir la
idea que otros tienen de "envejecer". Su espíritu es joven aunque
tengan años.
Cada día es como un desafío y le ponen
su experiencia y su energía. Para muchos jubilados deportistas, pensadores,
escritores, científicos de cualquiera de las ramas del saber, la excelencia ya
es un hábito y siguen trabajando. Enriquecen su cerebro de mil formas. Adaptándose,
ejercitan su cuerpo y su mente. Mentalmente son fuertes. Tienen pasión y
compromiso consigo mismos. Por eso salen, charlan y se ríen. Necesitan cada vez
menos, después de darlo todo. Ayudan a los demás, incluso a niños. Hasta
entregarlo todo, a la familia, a la sociedad y al universo, siendo libres.
Todo, menos abandonarse, sentarse o ser pasivos. Su lógica es muy simple: el que se ejercita y trabaja, suma, el
que se para, resta.
Para llegar hasta ahí, en la
excelencia, como ya he dicho, hay que descubrir la capacidad, poner la pasión y echarle voluntad y
compromiso. La excelencia se logra con esfuerzo personal, (y colectivo si se quiere
conseguir en un equipo). Pero no se
compra, porque no se vende en ningún mercado. Es un logro, y un descubrimiento
de las capacidades de uno, o de todos, (si se trabaja en equipo). Hay que
empujar hasta el límite la actividad que hacemos, y no un día sino todos. La
disyuntiva es: mediocridad o liderazgo.
Si se consigue, la recompensa es: la
satisfacción, tal vez también, la fama y la prosperidad.
Hay una fuente de juventud que está
en la mente y es creativa en cualquier edad. Con ella cada uno puede llenar su
vida y la de aquellos a quienes quiere. "Cuando aprendes a abrir esa fuente,
has vencido a la edad" dijo S. Loren. Eso permite sentirse satisfecho. La
felicidad llega, como resultado de una vida exigentemente bien vivida.
Si no es así,
podemos perdernos. "El tiempo no se pierde, nosotros nos
perdemos... si matamos el tiempo, morimos con él" (A. Gala). La
mediocridad no está en el error, o en cometer errores cuando se intenta la
excelencia, sino en la renuncia. Del error se aprende. Tal vez haya que
descubrir habilidades mediante programas de formación, pero renunciar es,
negarse a aprender y por ello a vivir.
Por distintos lugares de la geografía,
en estas fechas, viene siendo habitual la entrega de los Premios de la
Excelencia. ¿Coincidencia? Aunque no siempre se acierta con los premiados, lo
cierto es que son un reconocimiento y un homenaje al trabajo bien hecho, que
distingue a empresas, entidades, despachos profesionales, y personas de
diferentes ámbitos sociales. No hay que luchar por el reconocimiento. Como dijo García Márquez,:"He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir”.
El premio y la satisfacción es...Ser Excelente.
El premio y la satisfacción es...Ser Excelente.
PUBLICADO EN EL HERALDO DEL HENARES: Columna: La Tangente: 28-11-2015: