Las grandes preguntas recorren los
caminos de la historia en busca de respuesta. A veces encuentran hombres que no
pasan de largo ante ellas y las afrontan. Son despiertos, les gustan los
desafíos. Son valientes, ayudan a salir de la ignorancia y al progreso humano y
social.
Los Doctores de la Universidad se
pronunciaban sobre controversias famosas, en
filosofía, Derecho, Teología, y Artes liberales.
"Daremos batalla a sus errores o curaremos su ignorancia", así
respondía, en la Universidad de Paris, el dominico Tomás de Aquino, siglo XIII.
En la Edad Media, la Universidad era la fuente
de los grandes debates en las diversas ramas del saber, no del poder. Desde
principios del siglo XIII, la Universidad de París fue una de las más
prestigiosas de Europa junto con Bolonia, Oxford, Cambridge, Salamanca y
Toulouse.
Algunas aulas estaban abarrotadas.
Había piques entre estudiantes y también
de profesores con profesores. No existían muchos libros pero el deseo de saber
era enorme y las clases, algunas sobre todo,
se las rifaban.
En el ambiente reinaba el deseo de
una transformación social y la adaptación de las creencias a los nuevos
tiempos, y a la vida diaria.
El siglo XIII recogía la herencia de
los filósofos griegos, sobre todo Aristóteles y Platón; el legado de los árabes,
sobre todo, Averroes comentador de Aristóteles; y la Tradición cristiana de
Europa.
En
los albores de este siglo, Europa era como una caldera a punto de estallar para
abrir caminos y encontrar nuevas ideas y nuevas oportunidades. Los cátaros y los albigenses en el sur Francia, consideraban que la iglesia de Roma
había perdido la esencia de los primeros cristianos. Los monjes vivían más o
menos plácidamente en sus monasterios. La gente de la calle estaba descontenta.
Solo el obispo podía predicar al pueblo.
En plena controversia con el movimiento
gnóstico citado, nacieron las Ordenes Mendicantes. En 1206 un español, Domingo
de Guzmán, nacido en Caleruega (Burgos)
fundó, en el sur de Francia, la Orden de Predicadores, que fue aprobada por
Roma el 1216.
Acaban de celebrar, pues, los
800 años de esta Orden, que engloba monjas, religiosos y seglares. "La
verdad" era y es su lema. Ha clausurado el Papa Francisco, en este mismo
mes de enero, los actos conmemorativos.
También por entonces, el 24 de febrero de
1209 nacía en Italia, con Francisco de
Asís, la Orden Franciscana.
Como respuesta a la demanda
social de austeridad, las dos ordenes abrazaron la pobreza y se las conoce como
"Ordenes mendicantes".
En
1224, en Italia, nació Tomás de Aquino, una de las mentes más brillantes de ese
siglo. Era hijo de condes. Le enviaron pronto a la universidad de Nápoles. Fue allí donde conoció a los dominicos.
A los 19 años ingresó en la
Orden de Predicadores, con la oposición de sus padres, que le secuestraron y
encerraron en su castillo durante 6 meses. Su determinación se impuso. Luego,
terminó sus estudios en Paris y Colonia.
Después de doctorarse en Paris, a
los 27 años, Tomás de Aquino ya es Maestro de la cátedra de Teología de París
donde se gana la admiración de todos, por la claridad con que explicaba y los
argumentos empleados para responder a las diferentes cuestiones.
Además de orar como religioso y
predicar, estudiaba, daba las clases y escribía para ayudar a cuantos se
interesaran por esos temas. Su ingente obra, más que tratados, son compendios monumentales
de doctrina. Para hacerse una idea, la Suma
Teológica, trata 495 cuestiones
esenciales divididas en artículos, en 14 tomos, que escribió en 4
años. Otra de sus obras, la Suma contra gentiles, es otro compendio
de filosofía y apología de la fe, consta de 410 capítulos agrupados en 4
libros. Pero escribió mucho más.
Cuenta él mismo, que aprendió más
en la oración, que en la lectura de los libros. Tiene letras y pasajes
antológicos.
Tal era su prestigio que dos
siglos más tarde, el Concilio de Trento contaba con tres libros de consulta: la
Biblia, los Decretos de los Papas, y la Suma
Teológica de Santo Tomás de Aquino.
En pinturas y esculturas, se le
representa con una pluma, un libro y un sol en el pecho, porque trasmite
sabiduría y luz. Fue considerado un referente, que es mucho más que sabio. Le
fueron concedidos los títulos de Doctor
Común, Doctor de la Humanidad y Doctor Angélico. León XIII, lo
proclamó Patrón de todas las universidades y escuelas católicas. Su
fiesta se celebra el 28 de enero.
Tal vez, en el VIII centenario de
los dominicos, sería interesante dejar una muestra de la sabiduría en una
pregunta de ayer y de hoy: ¿Existe Dios?
La gente del pueblo y los
filósofos siguen valorando la respuesta de este gran maestro a la pregunta
clave: ¿Se puede demostrar? Es un tema
clave de siempre. Tomás de Aquino afronta la cuestión desde la razón y con sumo
rigor.
Al no ser una verdad evidente, la
existencia de Dios, para todos los humanos, tiene que abordarla por el
procedimiento de la demostración. Aunque encuentre dificultades muy grandes. Comienza por señalarlas.
La primera dificultad sería que no se puede demostrar que Dios
existe porque se trata de un artículo de fe. Si algo es cuestión de fe parece
que no puede demostrarse. La fe tiene su camino, pero algunos no creen.
La segunda dificultad es que si no conocemos qué es aquello cuya
existencia queremos demostrar, no cabe demostración alguna. De Dios no tenemos conocimiento,
no sabemos qué es Dios, sino sólo lo que no es. Conocer no es ver.
La
tercera dificultad consiste en que la única demostración posible de Dios
sería a partir de sus efectos. Sin
embargo, dado que no hay proporción entre Dios que es infinito y sus efectos
que son finitos y contingentes. La demostración, pues, sería imposible porque
no hay proporción entre ambos extremos.
Aún así ofrece 5 vías que parten
de hechos de experiencia. En los humanos el conocimiento se origina con los
datos de la experiencia. Pruebas metafísicas o argumentos a posteriori, expuestas
de modo magistral por Santo Tomás de Aquino en (“Suma Teológica”, prima pars, cuestión 2, artículo 3).
La primera es la vía del movimiento o
primer motor del cambio o del movimiento. Señala que tiene que haber un motor inmóvil,
porque no es posible una serie infinita de iniciadores del movimiento de todo
lo que vemos.
La
segunda es la vía de la primera causa.
Las causas eficientes forman una sucesión y nada es causa eficiente de sí
mismo, por lo que hay que afirmar la existencia de una primera causa de todo.
La tercera es la vía de la contingencia y el ser necesario. Es un hecho que los seres que existen y que podrían no existir, son contingentes. Es forzoso que exista un ser necesario, ya que, de otra forma, lo posible no sería más que posible y no real.
La cuarta es la vía de los grados de perfección. En todas las cosas que conocemos existen grados (de bondad, verdad, belleza, etc.). Debe existir el ser que posea toda perfección en grado sumo, respecto del cual las demás se comparan y del cual participan.
La quinta es la vía teleológica o del orden y la finalidad. Todo lo que existe tiene un diseño o una finalidad en el mundo. Ello indica que ha de existir un ser inteligente que haya dotado del orden y la finalidad que se observa en todo el universo.
Por tanto, según Aquino, la existencia
de Dios está al alcance de la razón y
también de la fe, pero no solo de la fe. Se trata, pues, de un conocimiento
común a la razón y a la revelación.
Con otras palabras: creyentes
y no creyentes pueden acceder a la misma verdad, -la existencia de Dios- por
distintos caminos. Tomás de Aquino, demuestra que uno no excluye al otro; es
más, convergen al principio y al final. La energía del amor lo es todo en todos
los seres, desde el primer instante hasta el final. Y, sobre todo, que no hay
que buscarlo fuera, ni es una idea: está dentro, es energía y es vida. Tal vez escuchamos poco al corazón o a la consciencia, que tiene mucho que decir.
PUBLICADO
EN
ESPERANDO LA LUZ. 28-01-2017
http://belmontajo.blogspot.com.es/2017/01/un-sabio-siempre-actual-tomas-de-aquino.html
EL HERALDO DEL HENARES 28-01-2017
http://www.elheraldodelhenares.com/pag/noticia.php?cual=33399
CIVICA
30-01-2017
http://www.investigadoresyprofesionales.org/drupal/content/un-sabio-siempre-actual-tom%C3%A1s-de-aquino