A las madres, empezando por la mía

Tenemos una deuda con ellas. Cada uno tenemos una deuda impagable de amor. ¿Cómo se devuelve el amor?  Si  ni siquiera es exigible, si el amor no se mide por gestos, ni por besos, ni por sacrificios, ni por vidas. El amor se da o no se da.  Cuando se entrega de forma total, crea una nueva vida infinita. El amor tiene nombre y existe independiente. Cada uno somos amor que se da y se recibe. Pero no tiene medida. Es todo.

Es una vida y un mundo, y todas las estrellas y todos los desvelos de las noches y todas las fuentes de los ríos, y toda el agua para saciar los ojos de infinito y los labios de ternura y fuego. Y un corazón que late y enloquece cuando escucha el latido de un nuevo ser que anida junto al suyo.

En esa unión misteriosa aparecen a un tiempo madre e hijo, para ser dos vidas inseparables y cambiarlo todo, unir el cielo con la tierra, para que todo pueda ser de otra manera. Un regalo es la vida de una madre, y lo devuelve regalando la vida a su hijo. Por eso las madres nunca piden nada, porque su vida ya es el hijo, y al darle  nombre pone en él todos los sueños, toda la historia, toda la esperanza y toda la energía para mover el mundo.

Primero lo forma en su seno por el cordón umbilical; luego son sus brazos el nido entrañable de la nueva vida que ha nacido. En cada palabra en cada beso y en cada mirada de ternura sigue alimentando al hijo por adentro, porque los hijos tienen alma que necesita alimento para no morirse, incluso más que la comida con que alimenta su cuerpo.

Incluso cuando los hijos se hacen mayores y comienzan a volar hacia otros nidos, la madre seguirá al hijo con su intuición  y con su vista, le seguirá en la distancia con su oído, con su antena especial, y con su corazón sabrá cuando su hijo triunfa y es feliz y sentirá la punzada del dolor cuando le pase algo.

Por eso una madre es para siempre. Una madre es la figura que Dios escogió para dárnoslo todo con dulzura. Una madre es la forma que un ángel escogió para velar por nosotros en el camino de este mundo.

Yo no sé lo que es una madre, pero seguro que la mía con alzheimer  es todo eso y más, mucho más hasta el infinito, hasta más allá de la muerte.

El padre y la madre,  esenciales y distintos, en la familia constituyen y crean la base de la sociedad y el motor de la vida. En el hogar se vive el amor, se enseñan los principios esenciales para desenvolverse como personas. Yo lo aprendí ahí.

Por eso, como hijo, mi agradecimiento no se limita nunca a un día, pero hay que buscar el día y el momento para decirle gracias, con un detalle de cariño y de reconocimiento.

Me importa poco, si el Día de la Madre nació por un interés comercial, o de un gesto altruista de un hijo que luego pensó que había que darles la ocasión a que otros pudieran hacer algo parecido. 

 Sea como fuere: un saludo y un recuerdo para todas las madres. Y a ti  mamá, que tengas un día feliz. Quiero darte las gracias por todo cuanto representas y eres para mí. Un beso.

PUBLICADO EN EL HERALDO DEL HENARES: BLOG LA TANGENTE: 05-05-2013: http://www.elheraldodelhenares.es/pag/noticia.php?cual=17392