lunes, 19 de septiembre de 2011
La revolución que se necesita
Se necesita más que un cambio, una revolución, mundial y urgente. Han pasado más de 20 años desde que Valclac Havel, escritor y Presidente de Chequia dijo en el Congreso de Estados Unidos, que sólo mediante una revolución mundial, en la conciencia humana, se podría alejar la humanidad de la aniquilación hacia la que camina. Textualmente: “La salvaguarda de este mundo humano no se encuentra en ninguna otra parte, sólo en el corazón humano, en la prudencia humana, en la humildad humana y la responsabilidad humana. Sin una revolución global en la esfera de la consciencia humana, tampoco en la esfera de la existencia humana cambiará algo hacia mejor, y el camino de este mundo hacia la catástrofe, sea ésta ecológica, social, demográfica o de la civilización global, será irreversible… Dicho con otras palabras: todavía no sabemos poner la moral sobre la política, la ciencia y la economía. Todavía no somos capaces de entender que la única espina dorsal verídica de nuestra obra –si ésta debe ser moral-es la responsabilidad”.
Traigo el valiente anuncio de Havel, en el corazón político de Estados Unidos, porque no son palabras de un político sino de un pensador. Y porque pese al tiempo transcurrido, la humanidad, lejos de avanzar en la dirección indicada va por otros derroteros. Creo, en general, que hemos perdido los valores esenciales. La avaricia y el materialismo nos han llevado a una crisis mundial sin precedentes. El negocio de las armas y su potencia destructiva han propiciado guerras y muerte en muchísimos países, y además han caído en manos de organizaciones que en cualquier momento pueden ocasionar una gran destrucción de la humanidad y del planeta. Pese a las buenas intenciones de los Objetivos del Milenio, crece la hambruna y asola regiones, y países con millones de seres humanos, ante la indiferencia o la pasividad de la mayoría. El imperio de las drogas se ha adueñado del corazón de la fiesta infiltrándose en la juventud ya desde las aulas escolares. El desprecio por la vida, nunca había alcanzado proporciones tan aberrantes. El aborto, la destrucción de los seres humanos más indefensos se ha convertido en uno de los mayores negocios, y lo que es peor, se ha tratado de justificar desde el poder, con leyes inicuas e irresponsables. La desforestación, el deshielo, la contaminación tanto de la tierra como de los mares, y la destrucción de la capa de ozono, han aumentado en proporciones casi imparables. Hay muchas especies en peligro de extinción y la fauna, marina y terrestre, está amenazada. Aunque tal vez sea la contaminación ideológica, hedonista y materialista, la que más daño está haciendo a la juventud, a la familia y a la sociedad. El fracaso en educación, el paro, y la falta de principios y de referentes de talla humana, política y espiritual, filtrados por los medios de comunicación, no parece que sean el camino más responsable.
No hemos puesto la moral sobre la política, sobre la ciencia y sobre la economía. Estamos mucho más cerca del precipicio y de la catástrofe, que de subir el peldaño hacia una humanidad mejor. La búsqueda del placer egoísta, del dinero fácil, nos impide luchar por grandes metas, y por causas donde la mayoría pueda vivir con dignidad, con alegría y paz.
Estamos olvidando incluso la verdadera dimensión humana. Se desconoce o se ignora su trascendencia. Somos cuerpo y alma. Pero es el culto al cuerpo y la belleza exterior lo que prima. Que el alma sea eterna, que nosotros seamos eternos no parece importar. La falta de empatía, de compasión y de amor puede llevar a arrebatar la vida a un feto, a un niño, a un adulto, o a un anciano. El que desaparece pasa y seguirá viviendo en otra dimensión porque es eterno. Eso parece no importar, pero es esencial. Nuestro comportamiento anti social nos impide crecer, ser más humanos, que es para lo que estamos en este paraíso.
La verdadera revolución, no era la industrial, ni la electrónica, ni la informática. La verdadera revolución es la interior, está en el corazón, está en el alma, en el espíritu. Estamos al borde de la locura, individual y colectiva, por no darle importancia a lo que de verdad la tiene. La universidad alemana de Dresde acaba de anunciar las conclusiones de un estudio en el que dice que, de cada diez europeos cuatro padecen enfermedades mentales y neurológicas (más de 165 millones de personas, sufren desorden cerebral, trastornos, insomnios o demencias). Debe hacernos pensar el dato estadístico. Posiblemente el ritmo que llevamos, paro, estrés, tristeza maligna, no son buenos compañeros de camino. Sobre todo porque el secreto de la felicidad también está en el interior de cada uno, y lo olvidamos. Debemos descubrir la energía positiva que tenemos y ayudar a los demás a encontrarla. ¡Ojala estemos a tiempo!
Posiblemente los golpes de la vida, la crisis económica, los recortes o el fracaso del estado de bienestar, la violencia de una madre contra el hijo de sus entrañas, el aumento progresivo e imparable de la violencia contra la mujer, el deterioro de la convivencia, el terrorismo, los accidentes nucleares, los terremotos y tsunamis, la sequia y los deshielos, más que consecuencias ciegas de la naturaleza, pueden ser avisos. La naturaleza es una madre y habla.
PUBLICADO EN: EL HERALDO DEL HENARES,
[19-09-11 15:55] - La revolución que se necesita; EL DIA, 23-09-2011;
José Manuel, excelente artículo, y como siempre, das en el clavo de lo que acontece a nuestro alrededor.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ramiro
Ramiro, amigo: Encontrar a alguien que como tú
ResponderEliminaraprecie lo que narro, me alienta a seguir, porque no es fácil decir lo que se piensa, si los escritos nadie los leyera.
Aprovecho para dar las gracias a todos los lectores, de cualquier país. ¡Sois muy importantes, y aunque no os conozca a todos, os
envío un fuerte abrazo!
¿La salvación? En EL VALOR.
ResponderEliminarY EL VALOR se siembra en LA EDUCACIÓN (la correcta, la que está en LA VERDAD de LA DIGNIDAD).