lunes, 1 de noviembre de 2010
El precio de la vida
La Reina Rania, de Jordania, lucha por la igualdad de derechos para las mujeres, en el mundo musulmán, contra el maltrato a los niños y por una mejor educación, especialmente para las niñas. En una entrevista, ha declarado recientemente, que su madre y su abuela “fueron modelos importantes para mí. Ambas me enseñaron que ´la vida de una mujer es tan valiosa como la de un hombre`, y que tenemos que luchar por nuestros derechos en lugar de esperar que alguien más nos los otorgue” (Selecciones nov.2010).
Posiblemente el 100% de las personas que lean estas líneas coincidan con esta apreciación, sin tener que ser para nada feministas. Y sin pertenecer a la ideología que promulga el igualitarismo, estar de acuerdo en que la vida de una mujer es tan valiosa como la de un hombre. Cito a Rania, no por ser reina, sino por ser mujer y defender a la mujer.
Yo he salido a la calle, contra el machismo, contra la violencia y contra el mal trato. Estoy siempre a favor de la vida y la dignidad de las víctimas. Hoy también, por supuesto. Pero hoy, precisamente tengo que ir contracorriente, no contra lo que siempre he defendido.
Llevamos un tiempo en que, como país y como ciudadanos, nos han perdido el respeto los de fuera y los de dentro. El respeto se gana con valentía en la aplicación de las leyes, con el respeto a los principios y derechos fundamentales. El respeto se gana teniendo ideas claras y valores humanos y éticos. El respeto se gana dejando que funcione el estado de derecho. Por muy poca cultura que se tenga, no es lo mismo víctima que verdugo. Y la firmeza de una sentencia judicial no puede ser acomodable ni acomodada al cambio de viento político, ni al oportunismo electoral. Nadie, ni el estado, puede perdonar en nombre de las víctimas. El estado puede indultar, cambiar las leyes, pero no puede pisotear la dignidad de las víctimas. Ninguna victoria electoral debería alzarse sobre concesiones antidemocráticas o contra las víctimas.
Todos intuimos que están sucediendo maniobras muy peligrosas en nuestro país. Hay terroristas en la calle, con muchos años de condena, otros que “piden salir por el devenir de las negociaciones”. Se están tentando las togas y otras sensibilidades desde las esferas de la política (en entornos de mesa y mantel), y la sociedad civil y las víctimas están más que sorprendidas, atónitas. El pacificador parece no reparar ni en formas ni en personas.
Es la vida lo que está en juego, y la dignidad. Todos queremos la paz; pero no la paz de los cementerios. Y es la justicia, una vez más la gran perdedora o la gran cómplice. El estado de derecho está realmente en entredicho. ¿Separación de poderes?
Con la Ley de Bibiana, se ha impulsado desde el poder el derecho de unos sobre el derecho de otros. Para ser más claros: derechos de unos sobre la vida de otros. Con las injustificadas excarcelaciones se está enviando el mensaje a los terroristas de que ha valido la pena su lucha y las muertes y el dolor que han generado. Y por último, con la absolución de la mujer navarra que mató a su marido, se está enviando el mensaje de que todo vale y es lo que hay que hacer. ¡Pues no!
Si aún queda algo de dignidad hay que plantarse. Por muy maltratador que sea una persona, aquí se ha producido “la muerte causada a una persona por otra”. El jurado popular la ha absuelto. Y según esto, ha prevalecido el derecho a “no ser maltratado” sobre el derecho a la vida de un varón, concretamente el marido. El maltrato psicológico, el posible o real maltrato físico, incluso en días anteriores, o en momentos diferentes, “absuelven” de un crimen. Con otras palabras, la vida de ese hombre, “no valía nada”. ¡Es un error!
Sé que por defender esa vida podré ser tratado de machista. No importa. Yo creo, con la reina jordana y con Jesús de Nazaret, que esa vida- ninguna vida- puede arrebatarse impunemente. Tiene el mismo valor que el de una mujer que haya muerto por maltrato. Y la justicia, también en este caso podía y debía haber actuado de otra forma. Es más, debía haber actuado también antes de que los hechos se produjeran. Hay una sentencia del TC que dice que “se podía haber impuesto la orden de alejamiento”.
Esperemos que en el caso del bebé que lloraba e interrumpía a la madre que estaba jugando, no prime el derecho de la madre a distraerse, porque ya puestos en esa dinámica, todo es posible. Estamos entrando en una espiral de locura. Que en este mes de los muertos no prime el sarcasmo de” las máscaras” de Hallovween, sino la dignidad y la vida; la de una mujer igual que la de un hombre. Ni más ni tampoco menos.
No olvidemos el “efecto mariposa”. No nos engañemos de las consecuencias. Según el profesor Peter Drucker, de Ciencias Sociales de la Universidad de Claremont (California), “una mariposa batiendo las alas en la lluviosa selva amazónica puede controlar el tiempo que hará en Chicago, unas cuantas semanas o meses más tarde”. Eso lo saben también los mercados bursátiles. Nos resistimos a aceptar que con el desprecio a la vida y a los valores, el “efecto mariposa” se transmite a la sociedad. Pero es un hecho. Es nuestra triste herencia. La vida tiene un precio.
PUBLICADO EN EL HERALDO DEL HENARES
[01-11-10 15:06] - El precio de la vida; La Esfera Digital, Blog A favor de los valientes, 8-11-2010.
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