miércoles, 27 de agosto de 2025

Lágrimas negras.


Son las 5 de la mañana. España, sigue ardiendo, pese al esfuerzo de vecinos y trabajadores. Me duelen las personas, los desalojados y los daños. También siento las hectáreas calcinadas, por la vegetación, los animales, los insectos y por el futuro de las aguas.

En pleno siglo XXI, en Europa, ¿No se ha podido hacer más? ¡No lo entiendo! A estas horas, tengo el sentimiento de las lagrimas negras por todos los que, lejos o cerca, piensan y les duele hablar y hasta escribir. ¿No somos más que un punto azul pálido como captó Carl Sagan?


Domingo del Prado

LLANTO POR MI TIERRA NEGRA

(El romance que nunca hubiera querido escribir)

Después de tres días y noches

evacuado de ti, lejos,

amaneces, tierra mía,

toda vestida de negro.

No solo negro de muerte.

Negro de luto y silencio,

negro de tu piel quemada,

negro de lúgubre entierro.



Tus pinos, que antes lucían

verdes, altivos y esbeltos,

como guardas vigilantes

de la paz de nuestros pueblos,

hoy dormitan masacrados,

cabizbajos y maltrechos,

tristes y heridos de muerte

por este maldito infierno.

Duermen también calcinados,

en raquítico esqueleto,

los corzos y jabalíes,

los conejos y los ciervos,

zorras, rebecos y liebres

y hasta los lobos tan fieros.



Huelen a esencia quemada

jara, tomillo y romero,

mueren abejas a miles

y, de pena, el colmenero.

La garganta se atraganta,

y el aire se vuelve espeso,

y gime encogida el alma,

y se estremecen los cuerpos.



Llueven ceniza las nubes

y oscuro se vuelve el suelo.

El sol se tiñe de rojo,

rojo sangre, rojo fuego,

y luce el color rojizo

en el mismísimo cielo.

Solo existe negro y rojo,

negro y rojo, rojo y negro.



Algunos dieron su vida

para salvarnos del fuego.

Todos un poco perdimos

y muchos, mucho perdieron.

Unos perdieron cosechas,

otros sus casas, recuerdos,

los paisajes añorados,

el salón de los encuentros,

esos sueños olvidados

que ya nunca más volvieron.

Los montes que protegían

y a muchos daban sustento.

Los castaños centenarios,

robledales casi eternos,

esas viñas que plantaron

con mimo nuestros abuelos.

Ecos de infancia lejana,

entre risas y entre juegos…

Sólo nos queda la angustia,

nueva pena y nuevos miedos.



Arde nuestro corazón,

y se enciende todo el cuerpo,

nuestra alma chisporrotea

crepita nuestro cerebro

y todo nuestro interior

se está quemando, y ardiendo.

Sin poder hacer ya nada,

enjugados en lamentos,

todavía aterrorizados

y temerosos, e inquietos,

de que todo se repita

si no ponemos remedio.



¡Por favor! ¡Socorro! grita

alarmado el pueblo entero.

¡Detengan esta vorágine!

¡Por favor, ponedle freno!

Pero nadie los escucha,

oídos sordos y necios,

que siguen año tras año,

con tropiezo tras tropiezo.



El pueblo sigue gritando,

rompiendo el mudo silencio:

¡Ay, socorro, por favor!

¡Apagad ya nuestro fuego!



Las fuentes de agua, antes clara,

hoy manan líquido negro.

Tiemblan de miedo las truchas

de nuestros ríos trucheros.

Tiembla el Jamuz, la Valduerna,

La Valdería y el Bierzo.

Lloran Eria, Duerna y Órbigo,

Tera, y hasta el mismo Duero.

Llora de rabia y de pena

nuestro querido Teleno.

Lloran los Picos de Europa,

y lloran con desconsuelo

Maragatería, Cabrera,

Médulas, el Morredero,

Galicia, Zamora, Asturias…

¡Y llora León entero!



Y lloro yo, con angustia,

por mi tierra, a la que quiero

y, a pesar de que está negra,

yo la seguiré queriendo.

Que mi tierra y mi interior

todavía siguen ardiendo.

Y yo ardo de amor por ella,

y de ella soy prisionero.

Por favor, ya , por favor,

apagadme ya estos fuegos

que me matan poco a poco,

poco a poco estoy muriendo.

¡Echad agua, por favor!

¡Apagadme ya estos fuegos

y volved a pintar verde

lo que hoy es todo negro!


Domingo del Prado
Pinilla de la Valdería, 17-8-2025

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