sábado, 23 de octubre de 2010

¡Leche!, si es verdad.




En el norte de España había un refrán para quien cae del burro después de mil años: “hasta que no lo ves blanco y en botella, no dices, leche”. Pero no es exclusivo del norte, donde abundan los buenos pastos, las vacas y la leche. La tardanza en aceptar la evidencia es un mal nacional. De ahí debe venir la expresión: ¡Leche si es verdad! O la otra que se refiere a lo evidente: ¡Eso es la leche! , o simplemente: ¡es la leche! Ha quedado claro con la crisis a nivel político que, cuando ya no había más remedio, dijeron “leche, si es verdad”. Pero a nivel popular, muchos hoy siguen sin caer del burro.
Han tenido que decirnos, desde fuera, que la economía iba mal, que había que hacer reformas, que el ritmo del paro es insoportable, que la pobreza no es un patrimonio exclusivo del tercer mundo. ¡Que no se puede estirar la pata más que la manta! Hemos seguido aferrados a la silla prestada del G 20 mientras gobierno y sindicatos se repartían las mieles de la Champions. ” La mediocridad cultural llega hasta los más altos niveles” (J. Marco).

Ahora, con los Premios Príncipe de Asturias, un hombre de 85 años Zygmunt Bauman (Premio Comunicación y Humanidades) ha venido a decirnos que “la Izquierda abandona a los más débiles”. Que la “modernidad líquida” nos va diluyendo y es el elemento más esclarecedor de la economía y la sociología. Una persona mayor, puede equivocarse, como una joven. Un galardonado, -joven o mayor-puede y debe hacer pensar.
Dice Bauman textualmente: “Los partidos de izquierdas han abandonado en general -en el ejercicio de su gobierno, pero, cada vez más, también en sus declaraciones- la causa del más débil: de los pobres, de los humillados, de los abandonados o los discriminados. Olvidaron e incluso rechazaron abiertamente los dos principios axiomáticos en los que se basa la crítica izquierdista del statu quo: primero, que la comunidad tiene el deber de asegurar a cualquiera de sus miembros frente a un infortunio individual, y segundo, que la calidad de la sociedad debería medirse, no en función del bienestar medio de sus miembros, sino del de sus partes más débiles”.
Las izquierdas, después de montarse en las instituciones y/o en el poder, han abandonado a los más débiles e indefensos: los pobres, los sobreros, los emigrantes, los jóvenes y los concebidos. En casi todos los países del mundo, la aprobación del aborto ha sido introducida en el parlamento y aprobado, por los grupos de izquierda. Forzados por los grupos económicos y sus miedos. Ha hurtado el debate de estos temas a la ciudadanía.

Pero además, no forjan ilusión colectiva, ni valores capaces de atraer a las mayorías, (de jóvenes y menos jóvenes). Todo es felicidad de usar y tirar, de aquí y ahora. (Incluso los ministros y ministras, incluso los trabajadores y sus sueños y sus familias). Algunos llaman a eso “ludopatía del poder”. Juegan con nosotros diciéndonos una cosa hoy y mañana la contraria. Primero que no van a subir los impuestos, ni recortar las prestaciones sociales y las pensiones, y luego que “da lo mismo subir que bajar impuestos”. Nuestro ministro de trabajo se manifiesta en la calle contra la reforma del gobierno y acepta la cartera para defender esa reforma.
No hay que olvidar que hemos entrado en un siglo nuevo de un mundo nuevo. En él la bandera de la libertad flamea menos, incluso por los sueños. Se va imponiendo un cierto realismo al que llaman seguridad. El cambio ha comenzado. El ilustre pensador Z. Bauman lo ha dicho muy claro: “Hasta la reciente crisis, la visión del mundo se construía sobre el “disfrute ahora y pague más tarde”. La felicidad estaba casi totalmente basada en una mayor libertad: más opciones, más cambios, más deseos y más emoción, experiencias no probadas y sensaciones deliciosas. Todos los demás problemas se resolverían solos”. Y añade, “La seguridad se está desplazando, despacio aunque de manera constante, hacia el lugar que hasta hace poco ocupaba la libertad: “Asegurémonos de que nadie nos quita lo que ya hemos conseguido, más que preocuparnos de conseguir más” se convierte en el lema del día. La “seguridad” se eleva a valor supremo”.
Es un mundo más estrecho y más corto. La crisis económica ha golpeado sueños, ideales,
familias, trabajo, y juventud. Mucha gente que antes tenía el mundo entero como la prolongación de su casa, ahora ya sólo mira hacia su huerto y sus derechos. Es un encogimiento, una contracción, casi lógica para esquivar los golpes. Es como volver a lo que decía Samaniego: “No anheles impaciente el bien futuro, mira que ni el presente está seguro”.
Hay horizontes. Se imponen las reformas, porque no hay confianza. Pero no hay confianza por el descrédito de los líderes (de izquierda y de derecha y de centro) y porque la corrupción galopante se ha generalizado. Pero, pese a ellos hay horizontes. La familia es el núcleo amable que cobija, mientras la tormenta escampa. Se necesitan hombres y mujeres con talento y con ideas, capaces de ponerse al frente y decir que se puede salir de la situación en que estamos, y que digan sin miedo hacia dónde nos dirigimos. Necesitamos hombres y mujeres excepcionales, que digan la verdad aunque tengan que pedir más sacrificios, pero ellos los primeros, y que no estén dispuestos a abandonar a los más débiles. Sólo eso, ¡leche! Y nos da igual del partido que sean. Como si no son de ninguno.
PUBLICADO EN EL HERALDO DEL HENARES 23-10-2010;BITACORAhttp://www.investigadoresyprofesionales.org/drupal/content/%C2%A1leche-si-es-verdad31-10-2010

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