1.- El cuidador de su parcela.
No estamos preparados para tener una parcela, ni en el medio
rural, ni en la ciudad y lo peor...tampoco nos han enseñado a cultivarla.
Hombres
y mujeres, por igual, tienen que prestarle atención a la parcela.
No es la parcela quien moldea al dueño. Pero no se puede ser indiferente. Ni siquiera
los padres, ni los hijos, ni los sabios del pueblo, ni los libros avisaron. Nadie
compra ni escoge su parcela. Pero ahí está.
Antes o
después, sin haber jugado a la ruleta, toca.
La parcela es una realidad.
Cada
uno tiene que descubrirlo en su momento, con viento a favor o a contratiempo.
Estamos
ausentes o ignorantes tanto tiempo que nuestra parcela está yerma. Solo vemos
las otras, las ajenas.
No es
que la hayamos dejado descansar. No está en barbecho. La ignoramos y nos fuimos.
Los labradores aran la tierra con mimo y la preparan, luego
siembran y miran al cielo con frecuencia, por el agua, el hielo o las tormentas.
Ni una
buena siembra garantiza una cosecha de calidad, segura y abundante: ¿la
felicidad?
¿Puede un poeta saber cómo se cultiva una parcela? Saber cómo reconocerla y aprender a manejarse,
como hacen los valientes, sin abatirse ni desesperarse, es una buena herencia.
La dejó señalada en el poema titulado precisamente así. A quien le tocó , lo
sabe.
LA PARCELA
A
todos nos toca, a lo largo de la vida,
una
parcela de dolor. Ser feliz es efímero,
se
pierde en un instante. Sin embargo, el dolor
aparece
impensable y lo cercena todo.
Te
sigue intermitente. Y cuando crees
que
ya se ha ido y vuelves a gozar
y
a ver el cielo con ojos de esperanza
viene
de nuevo el rayo y te fulmina.
Nunca
fui pesimista. Siempre apuré la vida
con
un deseo amoroso. Ni siquiera
ahora
que tengo la sentencia encima
quiero
abatirme. Y lucho despiadado;
pero
he aprendido, con años y memoria,
que
a todos nos toca la parcela.
Y, pronto o tarde,
tienes que cultivarla.
José
Miguel Santiago Castelo poeta extremeño, (1948-2015) revela toda la verdad, en
este poema de La Parcela.
Premonitoriamente, su
último libro La sentencia, con el
que obtuvo el premio Jaime Gil de Biedma en 2015, incluye ese poema.
Cuando lo
presentó al concurso no sabía cuándo se ejecutaría la sentencia que ya le
habían anunciado, y que tuvo lugar poco antes del fallo del jurado. «No quiero ser recordado, decía, como el poeta
del duelo y de la muerte», sino el ser que lucha hasta el final sin
abatirse.
Cuidó la parcela que le tocó
en suerte, y llegado el momento, no recibió a un enemigo, sino a La hermana muerte. "Sabía
perfectamente que era lo último que escribiría... Es una crónica de la
enfermedad sin retorno. Es su testamento literario, y resulta imposible
sustraerse a las circunstancias en las que se escribió, al leerlo".
2.- El encuentro con el abuelo.
Los encuentros con las personas
que han vivido y saben, siempre me interesan. No importa que
estén lejos o que mi camino hasta ellos se haya cruzado tarde. Tal vez,
en mi retina de niño, brille siempre el recuerdo de mi abuelo, quien sabiendo
que la vida estaba vivida y la canción cantada, seguía dando cuerda al reloj de
pared y tenía para sus nietos un relato o una canción. Siempre estuvo en casa
de alguna hija y rodeado de nietos.
Los
abuelos han hecho la sociedad en que vivimos y nos hicieron a nosotros. Pero
algunos, a veces, se ven en la indigencia, la falta de salud o rodeados de
abrumadora soledad. Y así muchos días y la mayor parte del día.
Hoy,
muchos ancianos pasan los días en su casa, en asilos o en residencias de
mayores, esperando la visita de sus familiares o amigos y terminan
desilusionados, abatidos o cansados, porque nunca llegan.
En algunos lugares a ese hastío, le llaman
"cansancio vital" para el que ofrecen soluciones definitivas. No se
plantean la falta de humanidad, por parte de la familia, ni de solidaridad por
parte de la sociedad. ¡Qué dolor!
Holanda,
suele encabezar esas "soluciones" que, otros países están estudiando
para copiar, por ser un ahorro para la sociedad. Es una lástima que en el país
de las flores, algunas, sin que nadie se acerque a ellas, para admirarlas ni
olerlas, las dejan marchitar.
Hoy me
interesa el abuelo poeta que dejó una herencia de lucidez sin saberlo ni él, ni
su familia, ni sus cuidadores. Describió en una hoja de papel la vida, la familia
y la sociedad. Golpea la conciencia y la convivencia, desde la rutina de un viejo
en su geriátrico.
Es una
maravillosa y una sencilla contribución literaria. También es un interrogante
ético, de lo que estamos haciendo con los viejos, cuando decaen las fuerzas y
el tiempo escapa velozmente. Anónimos o
desconocidos están pero... no los ve la familia, ni los cuidadores, ni la
sociedad.
Tuvo que ser una enfermera, quien al
recoger sus pertenencias, tropezó con un papel escrito, lo leyó y se lo dio a
leer a alguna compañeras de servicio. Hicieron copias del poema. Una de ellas,
como nadie había reclamado las escasa pertenecías del abuelo, se lo llevó a
Melbourne y en una revista publicó aquello, de aquel abuelo. La profundidad del
texto interesó incluso a la comunidad científica, y se publico en una revista
para psicólogos en Mental Health.
Si se piensa, en el escrito hay una enseñanza
sobre la salud mental, que abarca tanto el bienestar emocional, como el
psicológico y social. Es como un espejo que nos pone ante la realidad que
percibimos por los sentidos, lo que pensamos, lo que sentimos y cómo actuamos.
Voy a recorrer algunos versos puntuales del poema, resaltando los pasos del abuelo al escribir.
Comienza el poema preguntando a la enfermera...
“Al venir a despertarme por la mañana,
¿a quién ves, enfermera?
Le dice seriamente que miramos, pero no nos vemos...
¿ Qué es lo que ves?
Pues abre los ojos enfermera … porque a mí no es.
Pues abre los ojos enfermera … porque a mí no es.
Posiblemente no se ve más que la figura, el cuerpo, lo
externo... y eso no es todo.
¡Mírame a los ojos!
Acércate para ver lo que hay detrás…
Ahí
comienza la aventura del poema; describir lo que él es y lo que ha vivido,
transformándose hasta llegar aquí. El viejo ha vivido intensamente. En su alma
y su memoria percibe lo esencial, lo que nadie descubre al cuidar sin mirar.
Para la chaqueta: apolillado, flacidez de la
piel,
“para el alma”… me veo más allá del día de hoy…
Y salta
y analiza los momentos importantes guardados en el alma:
¡…Soy un chico…! Date prisa querida,
soy travieso, divertido, tengo miedo.
Y me veo de unos cinco años… me veo en un carrusel…
Son
momentos que no se olvidan con los años:
Y… aquí está, mi momento feliz!
Ya cumplo veintiocho. ¡Soy el feliz novio!
Camino con amor al altar…
Después
de algunas ausencias, alcanza, como la mayoría, la etapa de la madurez o de la
plenitud:
…Tengo treinta y cinco años, la familia
crece…
¡Ya tengo hijos, casa, granja y esposa…
Mi hija que está a
punto de dar a luz…
La familia crece....
Ahora ya cumplo cuarenta y cinco ...
Y los niños crecen a pasos…
¡juguetes!, ¡escuela!, ¡universidad!..
¡Todos ellos, vuelan desde el nido
y se dispersan en
todas las direcciones
Es ley de vida. Al dejar el nido comienza a
sentir el declive o el retorno:
Nuestra acogedora casa está vacía…
pero… estoy con mi
esposa!
¡Oh, qué felices somos!
Todo cambia de repente, sin avisar llega el dolor...
De
repente a oscuras...
La felicidad, también, en capilla…
Comienza el frío del
invierno interior...
Mi mundo está conmigo, pero con cada día que
pasa
tengo menos luz, ... edad, cruz en hombros,
débil, cansado sin ir a ninguna parte.
Cubierto el corazón con una costra de hielo.
Descubre, en un momento, que todo es efímero y que pasado, presente y futuro
son un instante. ¿ Vuelve a comenzar
como un niño confiado?
Pero… hay que acomodarse.
Nada dura para
siempre.
Si uno
se acerca al abuelo, con ojos bien abiertos, confiados y llenos de ternura se
pueda ver, tras la apariencia...
¡No al hombre viejo! ¡Acérquense
más y me verán a Mi!
Un extraordinario testamento, que sin reproche alguno, deja
descubrir la trayectoria humana y afectiva de un hombre que, ya en la
ancianidad, rememora toda la grandeza de una vida, escondida entre las arrugas
de un viejo cascarrabias. No tenía nada que dejar a nadie y...lo dejó todo a todos.
Seguro que lo disfrutarán mejor al leer el poema todo seguido.
Seguro que lo disfrutarán mejor al leer el poema todo seguido.
El viejo cascarrabias australiano
“Al venir a despertarme por la mañana,
¿a quién ves, enfermera?
¡al viejo hombre malhumorado, por costumbre,
más vivo de alguna manera, mitad ciego, profanado.
“Vivo” en condiciones de ser visto.
No me oyen —hago el esfuerzo necesario—, sueño feliz, sueño
triste,
y me siento joven…
Como sin molestar, murmurando todo el tiempo
—Es imposible tratarme— bueno como sea posible, ¡callo!
Estoy en el suelo, derribado.
¿Dónde están los zapatos? ¿Dónde el segundo dedo del pie?
—…última llamada puto héroe: ¡levántese de la cama!
—Eso, desaparece… ¡Hermana! ¡Mírame a los ojos!
Acércate para ver lo que hay detrás…
Tengo debilidad y dolor… la vida la viví en grande.
Para la chaqueta: apolillado, flacidez de la piel,
“para el alma”… me veo más allá del día de hoy…
¡…Soy un chico…! Date prisa querida,
soy travieso, divertido, tengo miedo.
Y me veo de unos cinco años… me veo en un carrusel…
¡es tan alto! Pero mi padre y mi madre están cerca,
Yo les doy cariño, mi miedo es indestructible,
Y sé que los encanta…
Ahora… tengo dieciséis años, ¡estoy en el fuego!
¡Hay sonidos de disparos en las nubes!, me encanta mirar…
Y… aquí está, mi momento feliz!
Ya cumplo veintiocho. ¡Soy el feliz novio!
Camino con amor al altar…
Una vez más, el dolor, la tristeza, el dolor…
…Tengo treinta y cinco años, la familia crece…
¡Ya tengo hijos, casa, granja y esposa…
Mi hija que está a punto de dar a luz…
Ahora ya cumplo cuarenta y cinco —¡en bicicleta!
Y los niños crecen a pasos…
¡juguetes!, ¡escuela!, ¡universidad!..
¡Todos ellos, vuelan desde el nido
y se dispersan en todas las direcciones
en cámara lenta esos cuerpos celestes!
Nuestra acogedora casa está vacía…
pero… estoy con mi esposa!
Nos acostamos juntos y nos levantamos.
Y la vida vuela de nuevo hacia adelante…
Es triste para mí… ahora… tengo sesenta.
Una vez más ¡los niños en la casa! bailan los nietos
felices.
¡Oh, qué felices somos! pero aquí… de repente a oscuras.
La luz del sol… ¡Mi favorita es no más!
La felicidad, también, en capilla…
Toda esta semana se volvió gris, tengo el alma hastiada
Y sentí que yo era un hombre viejo…
Ahora, vivo sin dificultad… vivo para los nietos y los
niños.
Mi mundo está conmigo, pero con cada día que pasa
tengo menos luz, en ella… edad, cruz en hombros,
débil, cansado si ir a ninguna parte.
Cubierto el corazón con una costra de hielo.
Y el tiempo no sanará ya mi dolor.
Oh, cómo la vida es larga, cuando en ella no hay felicidad…
Pero… hay que acomodarse.
Nada dura para siempre.
Y usted, inclinándose sobre mí,
Abra sus ojos, mi hermana.
No soy viejo malhumorado, ¡no!
Fui amado esposo, padre y abuelo…
y un niño pequeño, y ahora
en el resplandor de un día soleado
he de volar en la distancia en el carrusel…
¡Trata de verme… tal vez mi duelo,
y me encontrarás..a Mi!
PUBLICADO EN
ESPERANDO LA LUZ 30-10-2016
http://belmontajo.blogspot.com.es/2016/10/dos-pasos-para-la-meta.html
EL HERALDO DEL HENARES 30-10-2016
http://www.elheraldodelhenares.com/pag/noticia.php?cual=32424
CIVICA30-10-2016
http://www.investigadoresyprofesionales.org/drupal/content/dos-pasos-para-la-meta
Y cuando estás en los cincuenta y miras hacía atras, a tús amigos, familia, que rápido pasa el tiempo, todavía hay ilusión por lo que llegará, se añora momentos vividos, juventud, y a los abuelos....El tiempo transcurre demasiado deprisa....me hubiera gustado pararlo en muchos momentos. Uno siente que se va poco a poco. Los colores son menos intensos, la luz se observa más tenue. Se va hacía la edad del abuelo.
ResponderEliminarComentario dedicado a los abuelos pasados, presentes y futuros.
Gracias J.Manuel, por haber recordado una vida pasada, el presente y lo que llegue.
Marínita
Hola Marinita:
EliminarGracias por tu comentario y por tu sensibilidad.
Con mi comentario a LA PARCELA,simplemente quería poner alerta de que el dolor, no siempre físico, antes o después nos toca y tenemos que aprender a manejarlo sin hundirnos.
Y en el del abuelo australiano, quise decir dos cosas, que hay que acercarse y llegar más allá de la apariencia más o menos deteriorada del ser humano, y sobre todo que -como sucedió en este caso- puede tratarse de una persona muy profunda, con sensibilidad e ingenio, y hasta con dotes de poeta, que ni los hijos, ni los cuidadores descubrieron hasta después de muerto.
Espero que seamos capaces de ver a los nuestros, no dejarles solos y aprender que, si Dios quiere, todos llegaremos a esa edad. El abuelo no tuvo una crítica. ¡Qué grande!
En esta vida, las etapas, pasan pronto aunque alguna vez nos gustaría parar los relojes, como dices.
Un gran abrazo, y de nuevo GRACIAS.
José Manuel