jueves, 23 de septiembre de 2010

Del día después al año siguiente


Dijo, hace un año, la ministra de Sanidad que la píldora del día después PDD, “no es un método abortivo". Pero hablaba como política, no como especialista, que no lo es, ni en medicina ni en farmacia. Tal vez alguien le había indicado que no podía tampoco decir que fuera “un medicamento”. Los medicamentos son productos farmacéuticos cuyos componentes están destinados a prevenir, aliviar o mejorar enfermedades de personas o animales. Por eso “no es un medicamento”.

Pero mintió al decir que no es un método abortivo. Porque “método” viene del griego meta (= más allá) y hodos (=camino), es decir camino para llegar más lejos, es decir “más allá”, a donde uno quiere. Y lo que uno quiere y busca, con la PDD es precisamente eso, “desembarazarse”, es decir “abortar” pura y simplemente.

Y se desea que el efecto sea casi inmediato, es decir, antes de que transcurran las 24 horas de haber realizado el acto sexual, cópula. ¿Para qué? Para, en caso de que se haya producido una concepción, se destruya el embrión correspondiente. Por si alguien se hace el “tonto” o la “loca”, en casa, en la farmacia o donde sea, el Catedrático emérito de Biología Celular F. Abadía –Fenoll, en un esclarecedor escrito titulado: “¿El día después de qué?”, lo dice expresamente.

La PDD, o la más potente de los 5 días (P5D), “no son, un método anticonceptivo”. Y no lo es o no lo son porque “la acción buscada no es la de evitar la concepción “previa”, sino la consecuencia “posterior”. Busca destruir, caso de producirse la concepción post-coito, lo que haya. Si no se ha producido, tomar la PDD es un peligro, porque es una bomba hormonal. Pero no se toma porque sí, “sino por si acaso”. ¿Por si acaso qué? Por si hay embarazo. En ese caso, lo que produce es un aborto. Así de simple y de claro. Que se quiera ignorar, engañar o manipular, es otra cosa. Uno se puede mentir a sí mismo o a los demás; a la naturaleza no se la puede mentir. Ella no miente. La verdad es la que es. Si se ha producido una concepción, (el óvulo está fecundado por el espermatozoide) dificultar o impedir la implantación embrionaria, con la píldora, es hacer morir al embrión en la primera fase. O se está o no se está. No se está un poquito embarazada. Se afronte o no, es así.

Y aquí ha entrado en juego otra realidad y otros profesionales: La farmacia y los farmacéuticos. La ministra, “por si acaso”, y ante la duda, quiere que la mujer pueda acudir a la farmacia a comprar la PDD o la P5D, sin receta. Se ha cargado a los médicos de un plumazo. Es una temeridad. Detrás del uso indiscriminado de este producto “fomentado desde la Administración de manera temeraria e irresponsable se esconde un potencial problema de salud para miles de mujeres a las que no se ha informado adecuadamente y se las ha hecho creer que lo que tomaban era inocuo” (LR18/09/2010).

El entorno de la ministra lo había previsto. Y por eso Trinidad Jiménez se apresuró a decir que la píldora “no contenía contraindicaciones ni efectos secundarios”. Y mintió. Según recoge el Informe Público Europeo de Evaluación, elaborado por la Agencia Europea del Medicamento se producen “dolores abdominales y trastornos menstruales” y con menor frecuencia, dolor de cabeza, nauseas o vómitos, calambres menstruales, dolores musculares etc.

Pero la mujer que llega a la farmacia a buscar la píldora, no va a una máquina expendedora donde deja sus 20 euros, recoge la píldora y se va. Allí encuentra unos profesionales, que saben lo que llevan entre manos y que, anteriormente a la decisión de la ministra habían dispensado la píldora, siempre bajo prescripción facultativa. Ahora ellos y ellas (farmacéuticos) son quienes tienen que decidir según su criterio, su responsabilidad profesional y su conciencia. La ministra y su entorno lo sabían. Por eso afirmó también que los profesionales no se podían negar a dispensarla. Pero tampoco eso es cierto.

Una farmacéutica ha dicho: «la ficha técnica del fármaco incluye cuatro páginas que detallan sus numerosos ‘efectos adversos colaterales’ así que ayudaré, informaré y orientaré pero viendo los problemas que pueden derivarse no puedo colaborar con esto. La misma profesión me lo impide». Y añade: “no es cuestión de objeción de conciencia, si no de objeción de ciencia».

Otros, amplían el campo y puntualizan: “tanta responsabilidad tengo yo sobre la salud de la chica que demanda una PDD, como sobre la vida del embrión que puede llevar en su seno. Darle un producto que puede conducir a la muerte de ese ser humano, aún en fase embrionaria, va contra los más elementales principios de la profesión farmacéutica”.

Luego, como señalaba el catedrático de Biología Celular: “En términos reales la píldora se ingiere para destruir”. Las farmacias no deben vender nada “por si acaso”, para destruir. Sería inmoral e irresponsable.

¿Queda alguna duda de que los farmacéuticos (ellos y ellas) pueden negarse y “objetar en conciencia” a vender la PDD o de los 5 días? Quien albergue alguna duda puede consultar el Cuadernillo editado por Hazte Oír, Derecho a Vivir, la Asociación Nacional para la Defensa de la Objeción de Conciencia (ANDOC) y el Centro Jurídico Tomás Moro (CJTM), titulado “Guía de la objeción de conciencia sanitaria del aborto”. Puede consultarse o bajarlo directamente de Internet pinchando en hazteoir.org

Por último, una sugerencia. En algunas Comunidades se ha aprobado, para los médicos, el “botón del pánico”. Es un sencillo programa informático que con solo pulsar un icono lanza una llamada de socorro ante posibles amenazas, -que las hay- o agresiones –que también las hay. La sugerencia, es que se instale también a los farmacéuticos este programa. El botón del pánico ayudaría a que fueran respetados y apoyados (los profesionales de farmacia) ante cualquier amenaza.
PUBLICADO en EL HERALDO DEL HENARES 24-09-10 19:05] - Del día después al año siguiente; La Esfera Digital, en A FAVOR DE LOS VALIENTES, 25-Septiembre-2010,Bitácora de Civica 04-10-2010;EL DIA,28-10-2010

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