La sociedad se mueve entre la realidad y la
locura. Hace tiempo que no vemos las cosas como son. Las vemos como nosotros
somos (Confucio) y nosotros cambiamos por momentos de opinión, de valores, de
chaqueta, de perspectiva, de voto, de compañeros de camino e incluso de amigos.
Un momento para pensar, es bueno e impagable.
La gente tira la piedra y esconde
la mano, lanza los dardos con tal de hacer daño, y se inventa cosas que meten más
miedo que si fueran ciertas; y las que
son ciertas, nadie se las cree, porque no interesa.
Se ensucian ciudades pintando
paredes, se rompe lo ajeno de forma agresiva, se insulta a cualquiera por ser
diferente, de raza o de sexo, por razón política o por sus creencias. Se
ensucian los mares y hasta el sol abrasa porque se destruye la capa de ozono
que nos defendía.
Poder y dinero lo dominan
todo. Apenas se enseña respeto y valores, sonrisa y esfuerzo, constancia y
trabajo. Nunca dice basta quien lo tiene todo. Por si fuera poco, imponen las
leyes de la democracia y de la convivencia. No es la cultura quien manda, es ideología.
La crispación crece. La
violencia cada vez es mayor. ¿Es posible la paz? Sin paz interior, no puede
haber solidaridad con los demás. El primer nombre de la paz es el respeto, el
segundo el amor. El extremo opuesto al amor y la paz son la injusticia, el
fanatismo y la guerra.
Quienes se oponen a la guerra, no
son los que no matan, sino los que buscan la paz, los que hacen la paz, los que
quieren la paz, los pacíficos, que no los silenciosos, sino los sinceros y los
perseguidos. ¡Qué distinto!
La mayoría de las veces, los
perseguidos no tienen otra alternativa que huir, dejar su casa, su tierra, su
país. Dejarlo todo y desplazarse. Entre los desplazados, hay un gran número que
mueren, por su fe o por su patria en el camino hacia la libertad. Prefieren no
matar porque no son beligerantes mientras esperan que las naciones encuentren
acuerdos de convivencia. Hoy, en el
mundo, hay 38 millones de personas de desplazados o refugiados. Mientras, la
mayoría calla.
Además
están los otros soñadores en un mundo mejor, los millones de emigrantes. Prefieren
arriesgar para encontrar su sueño a morir encadenados al hambre allí donde
nacieron. Utopía suele estar al otro lado de la frontera o al otro lado del mar.
En ese camino hacia el futuro, aguardan las mafias, los sobornos, la
incertidumbre, las alambradas y en muchos casos la esclavitud o la muerte.
Casi nada nos inquieta, ni siquiera la
muerte. "Seguimos tomando los macarrones con tomate como si nada", mientras
nos sirven las imágenes diarias y espantosas de la muerte.
Como no
conocemos los rostros de los muertos, que entran en casa, parecemos insensibles.
Fingimos una mueca al verlos, para sobrevivir al dolor. Instinto de supervivencia
o indiferencia ante la locura. La pobreza, el hambre, los sueños y las promesas
rotas de tantas campañas y tantos políticos, animan muy poco. No es un juego,
sino una realidad
Sin embargo...somos portadores de
fuego. Tenemos la llama que nos han regalado los dioses. ¿Quién sabe cuántas
veces esa llama puede encender otras? El corazón humano es capaz de hacer el
bien. No somos témpanos de hielo, insensibles. El mundo es más pequeño que
nuestro inmenso corazón.
Tenemos que aprender, para la
convivencia, que estamos aquí para hacer amigos, para dejar huellas y no
cicatrices. Tenemos que saber que es difícil detener la flecha cuando sale del
arco bien tensado, que la mano que arroja la piedra no suele encontrar la forma
de pararla y que es imposible detener la maldad de la palabra que sale de los
labios.
Hay que prevenir. "Detener
la palabra, un segundo antes del labio...un segundo antes del corazón del
otro"(Roberto Juarroz). Detener la palabra antes de que nazca lo
imposible. No lanzar la promesa sino hay intención de que sea cumplida.
Ejercitarse en el respeto antes de pedirlo y en el silencio antes de hablar.
¡Hay demasiada gente hablando sola por la calle!
El instante anterior a la palabra
es el silencio. Hay que valorar el silencio. La creación tiene que nacer del
silencio. La idea es anterior a la palabra. Sin silencio y sin idea, la
palabra está hueca. Puede ser la
expresión de la nada. Algo insustancial. Tiene que notarse el silencio incluso
cuando suena la palabra para distinguirla de una campana que suena y del eco
que nunca sabe lo que dice. "Así como cada voz tiene un timbre y una
altura,
cada silencio tiene un registro y una profundidad... Existe un alfabeto del silencio,
pero no nos han enseñado a deletrearlo".
cada silencio tiene un registro y una profundidad... Existe un alfabeto del silencio,
pero no nos han enseñado a deletrearlo".
La diputada andaluza Teresa
Rodríguez tras el discurso de la candidata socialista Susana Díaz, dijo: son palabras, no hechos. Y para significar que no
eran hechos sino palabras explicó, cantando como Mina “Parole, parole, parole”.
Eso parecen pensar los otros partidos, porque, siendo un tiempo de pacto y de
renovación, tras dos votaciones sigue sin aclararse el panorama, y estamos ya
metidos en otra campaña electoral.
Parece que el silencio y la
soledad asustan. Se vive y se compite a la carrera. Todos quieren enseñar,
tocar poder. Pero nadie propone "Vivir honestamente, no hacer daño a
nadie y dar a cada uno lo suyo". ¿Quien desea aprender, si ni siquiera
escuchan? Cuando alguien se parapeta tras el escudo de las siglas, puede hacer
más daño que con la lanza o con la espada. Las personas son "distintas",
pero no forzosamente un enemigo. Puede haber diferencias y ser enriquecedoras.
Lo importante son los valores que se tienen o se viven y la empatía, el
servicio al ciudadano. El trabajo, la
justicia y el orden sostienen el mundo.
Hay que volver al momento anterior
a la palabra, el silencio, y saber lo que se ha de decir y cómo. La sociedad
está harta de sueños rotos, de palabras huecas, de promesas falsas, de
intereses propios, de vivir a costa del dinero ajeno, de truenos y amenazas si
no se les vota o no se hace caso, cuando solo la humilde lluvia suave hace
crecer los campos, las familias, y los pueblos.
No debe olvidarse que juntos somos
más fuertes. Hay que creer en el milagro de la convivencia porque lo contrario
ya sabemos a dónde nos lleva. Nadie quiere meterse en el triste aprendizaje de
la nada. Decía Oscar
Wilde que «formar parte de la sociedad es una molestia, pero estar excluido
de ella, una tragedia».
Convivir, es el camino a recorrer entre el silencio y la palabra.
Convivir, es el camino a recorrer entre el silencio y la palabra.
Me pregunto, como en su día, lo
hizo el poeta santanderino José Hierro: "y ¿cómo saber si me entiendes...?
Sin palabras, amigo, tenía que ser sin palabras como tú me entendieras".
PUBLICADO EN EL HERALDO DEL HENARES, COLUMNA LA TANGENTE, 10-05-2015:
http://elheraldodelhenares.es/pag/noticia.php?cual=25917
BITACORA DE BELMONTE EN CIVICA, 12-05-2015:http://investigadoresyprofesionales.org/drupal/content/la-convivencia-%C2%BFes-posible
Hola José Manuel y quienes publiquen su comentario, soy Marina:
ResponderEliminarCreo que habiendo diversidad de razas, pensamientos, costumbres, ideologias, buenos y malos hábitos, sería utopía pedir a los gobiernos y jefes de estado el reparto equitativo de posibilidades, oportunidades, que todos tuviéramos cubiertas las necesidades básicas de alimento, afecto, hogar, dinero, etc.
Cómo veo que no se consigue mayoritariamente, me remito a los seres más cercanos a mí , en todos los órdenes de la vida.
El respeto por uno mismo, proyecta el mismo ideal hacía los demás.
El amor, quererte a tí, es querer a los demás.
Ayudándote a tí mismo se puede ayudar a los demás.
Desde mi corazón deseo lo mejor para mí misma y también para TÍ
Un abrazo.
E
Hola Marina:
ResponderEliminarPensar en uno mismo, en la familia y desde ahí hacer lo posible para mejorar la convivencia en la sociedad en que vivimos es el mejor camino.
Trabajar sin desaliento, sin creerse todo lo que se promete y sin juzgar a la ligera lo que no coincida con nuestro criterio. "Siempre hay por quien vivir, por quien luchar y a quien amar", decía la vieja canción de Julio Iglesias.
Muchas gracias por tu comentario,
Un abrazo,
José Manuel
Gracias José Manuel, a propósito de algo que conversamos hoy, dejo los malos hábitos que tuvieron conmigo algunas personas, y lo cambio por el tema de Jilito Iglesias, que por cierto me gusta mucho: " siempre hay por quien vivir, por mi hijo y por mí, también por mis padres, hermanos, tios, primos, amigos, por quien luchar: sacar adelante mi trabajo, la vida, y en cuanto al amor: queda pendiente por si algún día aparece".
ResponderEliminarY mañana volverá a salir el sol.
Muchas gracias por todo y el cariño de tú amiga, Marina.
Yo estoy convencido de que es posible, y cada día tengo esa esperanza; la esperanza de que todos nos respetemos, de que todos dejemos un espacio para los demás y los comprendamos como nos comprendemos a nosotros mismos. Muy buen artículo José Manuel. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala
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