Los síntomas son cada vez más escalofriantes, y las estadísticas cada vez más contundentes. Los medios señalan que van desde el maltrato a un bebé a la violencia contra los padres; desde el acoso y el bullying que es el maltrato físico y/o psicológico deliberado y continuado en escuela, al asesinato por simple capricho o por juego; desde la violencia sexual de abusos y violaciones, al crimen organizado; desde el asesinato de menores, a la muerte de menores a manos de menores; y desde las muertes por aborto a los atentados indiscriminados; de “la muerte legal” a los “daños colaterales”.
Mientras en España se ha hecho del aborto – que es violencia contra el hijo y contra la madre- un derecho de la mujer, no disminuye la violencia y el maltrato a la mujer. Debería hacernos pensar. También el que los menores de edad (ellos y ellas) salten a las primeras páginas, precisamente por la violencia y el asesinato.
Los psicólogos vienen avisando: (Javier Urra) “desde hace años llevo señalando que esta sociedad se está psicopatizando, que las niñas se igualan en el consumo de alcohol, del tabaco y el ejercicio de la violencia...” y señala por donde debe ir el remedio: ”Hemos de educar en el afecto, en la sensibilidad, en la empatía , en el diálogo, en el perdón y primordialmente en la compasión”.
No parece que su diagnostico sea equivocado, si nos va en ello el presente y el futuro. “Los habitantes de este planeta no sabemos cómo van a acabar las cosas, pero nuestros actos y nuestras conductas actuales pueden modificar su resolución, tanto en lo que nos queda de vida como en existencia venidera” (Brian Weis).
Luis Rojas Marcos, dice que “para resolver el problema de la violencia hay que invertir en infancia”. El abuso sexual y el supeditarlo todo al placer, el maltrato del niño en la familia, la no autoestima, incluso las relaciones de amor–odio de pareja son semillas de violencia. Hay que sembrar la semilla de los auténticos valores, y no chorradas, tanto en la televisión como en talleres absurdos y degradantes.
Para tomar decisiones sensatas hay que informarse y saber. Los expertos nos dicen que las “decisiones incorrectas” pueden no sólo apartarnos de nuestro progreso humano, y de nuestro destino, sino complicar nuestras vidas y las de los demás. El mal, puede influir también en el medio ambiente. Y eso no sale gratis. “La violencia de la mano del hombre, o de la mujer puede acompañarles durante mucho tiempo. No sale nunca gratis. Porque estamos en esta vida para progresar en los auténticos valores, no para destruir”. “La violencia causada por nuestra propia mano, por nuestra propia voluntad, da igual que se dirija a otros seres humanos o al propio planeta, nos pone en peligro a todos de forma individual y colectiva....” (B.Weiss). Cuando tratamos a otra persona de forma humanitaria a quien hacemos bien en primer lugar es a nosotros. Y lo contrario es también verdad.
La empatía, el respeto y la compasión no se aprenden de un día para otro, y no se venden en pastillas. El perdón y el amor no se compran. No se hace suficiente hincapié en la responsabilidad, la repercusión y las consecuencias de nuestros actos.
“Los violentos o los que sufren violencia pueden cargar los miedos y las emociones negativas que ésta comporta durante muchas, muchas vidas futuras. Hasta que encuentren el amor”B.Weiss. La locura no debería instalarse en la sociedad, y menos en la familia
Lorenzo Silva, decía “creo que los padres nos hemos echado atrás en los últimos años, no hemos reivindicado con la firmeza lo que es la paternidad como misión, como función en la sociedad y como responsabilidad y deber del que no se puede abdicar”. Los maestros también.
Lorenzo Silva, decía “creo que los padres nos hemos echado atrás en los últimos años, no hemos reivindicado con la firmeza lo que es la paternidad como misión, como función en la sociedad y como responsabilidad y deber del que no se puede abdicar”. Los maestros también.
Rojas Marcos concluye: “los niños han de desarrollar los antídotos naturales contra la violencia antes de los 10 o 12 años: la compasión ante el dolor ajeno, la capacidad de ponerse en el lugar del otro, el control de los impulsos, la contención. Un niño (o niña) sin remordimientos, sin compasión por el dolor ajeno, es una bomba de relojería”.
Ni los padres ni los políticos ni los docentes, ni los jueces, podemos ser ajenos a este drama. O sembramos la semilla del amor y la compasión o son “bombas de relojería” lo que ponemos en los niños. ¿Nos extraña?
PUBLICADO en EL HERAALDO DEL HENARES 06-04-2010; EL DIA, 28-o4-2010
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