Me tomé un respiro y me acerqué
a la orilla del lago. Era un día tranquilo y soleado aunque con alguna nube. Me
senté a la sombra de un árbol frondoso.
A una distancia prudencial, en
una barca no muy grande, un pescador lanzaba su caña. Era la panorámica
perfecta con las montañas reflejadas en el agua. Tan solo un ligero vientecillo
balanceaba la barca.
No sé a qué velocidad pasa el
tiempo cuando, sin prisa, uno se encuentra a gusto y disfrutando, sin tener en
cuenta el paso de las horas.
El viento comenzó a soplar más
fuerte y se cubrió el cielo. Aunque la caña estaba sujeta en posición de pesca,
el hombre intentaba achicar agua de la barca. No era agua que entrara por la
fuerza de las olas. Tampoco había llovido.
La agitación y la zozobra hizo
presa en el hombre desconcertado de la barca.
Aunque la caña se movía, como señal de que habían picado, el pescador
había perdido interés en la caña y en el agua agitada que rodeaba la
embarcación. Se había ido alejando de la orilla. ¿El tiempo se había
emborrascado?
Después de luchar un buen rato, con el
agua que amenazaba su barca desde dentro, se derrumbó con gesto de impotencia,
se sentó y pasó su mano por la frente. En
esa posición, sin darse cuenta, pudo taponar la vía. Lo cierto es que ya no
volvió a achicar agua. Recogió la caña y se dirigió hacia el lugar donde
había embarcado. Allí se encontraba su
coche. Justo al lado opuesto de donde yo me encontraba.
Me encaminé de nuevo junto al
árbol y me volví a sentar. Como no tenía prisa, me quedé allí, todavía un buen
rato.
Repasé la escena que había contemplado.
Cerré los ojos. Curiosamente me vi a mi mismo flotando sobre la
inmensidad azul, en esa barca. Y como cada día, en esa barca, estaba a la
intemperie, a merced de los elementos y todas las amenazas.
Me asaltó el recuerdo de las
imágenes que por la pantalla llegan al salón de casa -la mía y la de todos- y,
cada una a su manera, azota la barca. Por los sentidos, ponen a prueba nuestro
equilibrio mental y emocional.
Como si viviéramos en mil
sitios a la vez y en todos sucediera algo importante. Luego, nos es servido a
la hora de comer y de cenar.
Los medios de comunicación, consideran
importante lo que inquieta, los desastres terribles, el dolor de lo inhumano y
las muertes. Es decir, lo que los dueños del mundo quieren hacernos ver.
No hay lugar, por remoto que
sea, que no golpee esa frágil embarcación en la que tenemos que atravesar las
aguas hasta la orilla de la vida.
La misma dosis en nuestro
país, pero multiplicadas y repetidas cada hora, cada telediario, cada guasap,
cada twit o cada facebook que llega por las redes. Son las oleadas de la misma
inseguridad o el mismo miedo, pero más cercano
y conocido.
Lo uno y lo otro parece un
monstruo de mil cabezas que amenaza saltar sobre la barca y hundirla porque no
deja de ser frágil. Siempre lo mismo: dolor,
guerra y muerte, desamor, insolidaridad y fanatismo, y "el grito de la
tierra", en huracanes, terremotos, lluvia y fuegos. Todo lo que produce
inestabilidad, y desasosiego. Todo sin tregua, un día y otro día.
Todo lo de fuera parece una amenaza.
No lo dominamos ni podemos pararlo. Cuando pretendemos afrontarlo de pie, el
centro de gravedad se desequilibra y cualquier perturbación puede hacer que la
lancha en que vamos zozobre y pueda volcar.
Hasta que la fragilidad de los
materiales del yo mental y emocional deja pasar una vía de agua. Y entonces, la
amenaza ya no está fuera, sino dentro.
Nos ponemos a achicar el agua, buscando remedios a los miedos. Ayuda
psicológica, medicinas, horas de espera y de consultas médicas, enfermedades
provocadas por el estrés y la acumulación de todo lo que llega a la mente y no
hemos podido digerir, la depresión. Tal vez las consecuencias psicosomáticas
aconsejan alguna operación que nos dejan más débiles por dentro y a merced de los otros, ahora los
más cercanos.
Nadie enseña, cómo seguir
pescando o viviendo o haciendo lo que tenemos entre manos. Solo algunos sabios
y algunos maestros han enseñado a desconectar y decir ¡Basta!
15 ó 30 minutos simplemente.
Exhausto, el pescador se sentó. Lo dejó todo, pensando que ya
nada podía hacer. Cerró los ojos y entonces...
Sencillamente sucedió. Por
extraño que parezca, había dejado de entrar agua. En silencio, escuchando los
latidos de su propio corazón, durante 15 minutos, o tal vez 30...todo cambió. O
todo cambia, -como dicen los sabios- cuando se desconecta y se toma ese tiempo para
uno mismo. Sin hacer nada. Lo llaman "meditar", diariamente.
Sin televisión, sin ordenador, sin tablet, sin
móvil, sin nada. solo y a solas. De
hecho volvió a ser dueño de la situación y de su barca. Había dejado entrar
mucha inquietud y desesperanza, se había sentido amenazado y perdió la
confianza. Había olvidado el sentido de la vida y la razón de ser y estar aquí.
Dijo: ¡basta! Parece nada, pero lo es todo. Cualquier recipiente cuando lo
llenan dice : ¡basta! Tan solo el ser humano aguanta y aguanta hasta que se
rompe o explota porque no puede más, y...
Como si alguien le hablara al
corazón, cerró los ojos confiado. Más allá de su frágil embarcación, más allá
de la laguna y más allá de las montañas, más allá de la bóveda celeste, más
allá del universo, sintió algo en su interior.
"Nunca estás sólo. Deja de preocuparte y achicar miedos. Desconecta de
preocupaciones. Tienes la llave de lo que recibes, de lo que ves y de lo que
haces o dices. Al entrar en ti y escuchar encuentras que ahí estoy yo. Cierto, yo
soy. Aprende a valorar que tú también eres y lo tienes todo".
En ese tiempo interior, se aquieta el alma y
la mente deja de imaginar peligros. Vuelve a ser dueño de su vida y sus
circunstancias.
Al abrir de nuevo los ojos, ahí
fuera, en la naturaleza también está la paz. Y formamos parte de la una y de la
otra.
Las nubes doradas reflejaban los
últimos rayos de sol tras las montañas. Algunos peces saltan y se producen ondas
concéntricas cada vez más amplias, como se difunde el bienestar.
Al caer la tarde, los últimos
trinos de las aves despiden al día que
se va. El viento también vuelve a estar en calma. Cuando uno cambia, todo
cambia.
José Manuel
Belmonte.
PUBLICADO EN
PUBLICADO EN
ESPERANDO LA LUZ 03-09-2017
http://belmontajo.blogspot.com.es/2017/09/encontrar-cada-dia-ese-momento-magico.html
EL HERALDO DEL HENARES 03-09-2017
https://www.elheraldodelhenares.com/pag/noticia.php?cual=35472
Me encanta,que gran realidad, deberíamos encontrarnos con nosotros mismos ,todos los días, durante un ratito...
ResponderEliminarHola amiga/o:
EliminarCreo que sabes por dónde va la idea, para mejorar como personas.
Aunque no sea muy difícil, lo importante es la constancia.
Un fuerte abrazo,
José Manuel
Como me Gusta!
ResponderEliminarHola Pilar:
EliminarMe encanta verte también por aquí. Te da tiempo a todo. Hace nada estabas en Portugal, disfrutando de unas merecidas vacaciones, y nada más llegar hasta tienes tiempo para leer.
Un millón de gracias, y tomate para tí un poco de ese tiempo mágico, que es cerrar los ojos para vernos.
Un gran abrazo y espero que nos veamos pronto.
José Manuel