Cuando sucede, -que no es siempre-,
millones de sensaciones y experiencias son posibles, porque permiten aunar lo que se lleva dentro y lo que
se percibe fuera.
Aire y luz lo llenan todo cuando
el paisaje se acerca, con toda su belleza, o nos acercamos a él, a cada paso.
Se trasforma y nos trasforma. Somos caminantes y parte de una inmensidad.
El contacto con la naturaleza,
lentamente, nos enseña y ayuda a descubrirnos a la intemperie. La naturaleza se
muestra a cielo abierto. Y el alma que la contempla, también a la intemperie,
vibra.
Salir a la Naturaleza, montaña o
mar, y dejarse acariciar por el sol,
refrescarse en el agua, en la nieve, en la sombra de los árboles y escuchar la
música envolvente de las olas y los astros, las hojas que se desprenden de sus
ramas en otoño...¡Qué agradecida y suave! ¡Cuánta luz acumulan los matices del
color en movimiento!
Qué variedad de aromas, formas,
texturas y perfumes nos regala la naturaleza para cada sentido. Penetra por los
poros y las ventanas del alma la brisa que embriaga y enamora. No sé si cada
uno encuentra lo que busca o lo que lleva, pero nunca se vuelve igual por
dentro. Los átomos más íntimos, las células y sus distintas conexiones se
oxigenan y tienen más vida.
Extasiarse, es mucho más que ser
felices. La inmensidad o la pequeñez no
defraudan nunca. Todo está ahí, de forma total o en miniatura. Encontrar un
lugar adecuado para echarse mirando al azul o, en la noche, contemplando las estrellas
y ver girar la bóveda celeste, reduce o acrecienta, según los casos, la
consciencia de lo que somos, en el universo.
Se puede disfrutar de la vida,
sin tiempo. El tiempo no existe. No es un componente de la felicidad. Medimos distancias, estaciones, días, noches,
estrellas, pero no el tiempo. Todo es belleza, silencio o gozo infinito que
dura siempre o pasa en un instante.
Está en la fuente y no es el agua
cristalina, ni el murmullo cuando se desliza en la ladera. Está en el viento o
en la brisa que mece las hojas y se lleva las nubes, pero no puede verse.
Se pueden abrazar los troncos de
los árboles, para agradecer al Creador de este lujo de colores del hayedo y de
la vida, en el otoño, o en cualquier estación.
Me viene a la memoria, un libro
titulado "Susurro y Piti". Susurro era el árbol y Piti, el
alegre pajarito que descubrió que los árboles hablaban y sentían. (Hoy
el libro está agotado y desclasificado).
Luego he sabido que era verdad,
que sienten, tienen sensibilidad, son
inteligentes, tienen memoria, se asocian con especies útiles y se comunican e
interactúan entre sí. De alguna manera pueden incluso intercambiar nutrientes,
en función de las necesidades y de sus posibilidades. Sobre todo aquellos que
los estudiosos han llegado a denominar: "árboles madre".
Como bien dice, Peter Wohlleben: "Un árbol no hace un
bosque, no es capaz de crear un clima local equilibrado, está expuesto al
viento y a las inclemencias del tiempo. Sin embargo, los árboles juntos crean
un ecosistema que amortigua el calor y el frío extremos, almacena cierta
cantidad de agua y produce un aire muy húmedo. […] Si todos los ejemplares se preocupasen
sólo de sí mismos, muchos de ellos no llegarían a la edad adulta. Las muertes
continuadas provocarían grandes huecos en las copas, por los que las tormentas
se colarían con mayor facilidad y otros troncos podrían ser abatidos. El calor
del verano penetraría hasta el suelo del bosque y lo secaría. Todos
sufrirían."
Capturando carbono y liberando oxigeno,
retienen y absorben agua o la liberan, colaborando naturalmente, de forma
positiva en el cambio climático e influyendo en la vida de todos los seres que
respiran.
No solo son capaces de captar los sonidos,
sino que perciben también los pensamientos de los humanos y reaccionan ante
ellos, tanto si llevan peligros como si están llenos de armonía, de paz o de
grandeza. Por supuesto sienten miedo y piensan y aunque parezca imposible, a su
modo, se defienden. El miedo va hacia las raíces, para alertar. También
expresan felicidad en la luz que
agradece y eleva y en el oxigeno difunden paz y hacen posible la vida.
En el bosque, se puede entrar y
percibir otro orden de cosas. La voz de
la montaña, tiene matices infinitos. El paso de la nubes, de la brisa, la
melodía de las estaciones, el brotar de las yemas y las flores, la caída de las
hojas, el canto de los grillos y chicharras, el vuelo de las aves y sus trinos,
el camino silencioso de los gusanos, los topos, las hormigas y los grillos, el
concierto de la lluvia o el resplandor del sol que pinta los colores y las
fuentes secretas y en todo en conjunto, se percibe físicamente la vida. El
silencio no es el vacío, ni ausencia de nada, sino plenitud y comunicación.
El científico serbocroata Nikola Tesla(1856-1943) para quien "Todo es Luz", dijo que "en el interior de la tierra hay energía de alegría, paz y amor, que se expresan por ejemplo a través de una flor que crece en la tierra, los alimentos que salen de ella y todo lo que hace el hogar del hombre... La belleza y el aroma de las rosas pueden ser utilizados como una medicina y los rayos del sol como alimento... Los latidos del corazón del hombre son parte de la sinfonía de la tierra... Tenemos dos ojos, el terrenal y el espiritual, se recomienda que se conviertan en uno solo. Algunas personas, absortas en la contemplación del mundo exterior, son totalmente ajenas a lo que está pasando dentro de sí mismas".
En todo caso, con los ojos
abiertos o tal vez mejor, si se cierran, -para sentir también el corazón-,
podemos relajarnos, soltar tensiones, miedos y problemas, y respirar
profundamente para embriagarse de una paz relajante y sanadora. La naturaleza
relaja, sana, rejuvenece y alegra.
Pero nos han ocultado, o no hemos aprendido, que los árboles que
contemplamos y el bosque entero, se sostienen, se nutren, viven y llevan otro
mundo -igual o mayor- bajo la tierra. No estamos muy preparados para descubrir
lo que está oculto, en nosotros mismos o en la naturaleza. Los científicos y
estudiosos de las plantas hablan incluso de neurobiología vegetal y sus
aplicaciones. Cierto que otros visionarios, hablan de gnomos, hadas, duendes
elfos y otros seres. "Son seres cuya función es cuidar, proteger y
embellecer la naturaleza". La riqueza y variedad sobrecoge, sobre todo de
noche.
En el corto espacio de un contacto de verano en la naturaleza, se busca ver,
disfrutar, aprender. Al subir desde Pamplona hacia el Pirineo uno se cruza con
peregrinos, que solos o en pequeños grupos, por el Camino Francés, se encaminan a Compostela.
El valle navarro de Salazar y
concretamente, la Selva de Irati, es uno de los enclaves naturales y mágicos,
que atraen siempre. Después de haber estado allí, no se puede olvidar.
Comparto
algo de lo que disfrutamos y alguna foto del bosque.
Dejo un VÍDEO para que quien disponga de unos minutos para verlo pueda encontrar algo increíble sobre los árboles.
Nadie olvide que siempre, -allí y en cualquier lugar-, hay algo más... si se quiere descubrir.
Nadie olvide que siempre, -allí y en cualquier lugar-, hay algo más... si se quiere descubrir.
https://youtu.be/_5C_rgJh9Hw
El bosque cura, protege y enseña
siempre. Aunque no sea más que por propio interés, ¡hay que cuidarlo!
José Manuel Belmonte
PUBLICADO EN
ESPERANDO LA LUZ 06-10-2018
http://belmontajo.blogspot.com/2018/10/el-bosque-protege-cura-y-ensena.html
EL HERALDO DEL HENARES 07-10-2018
https://www.elheraldodelhenares.com/op/el-bosque-protege-cura-y-ensena/
CIVICA 23-10-2018
http://civica.com.es/blog/bosque-protege-cura-ensena/
Magnifico reportaje. Bien documentado.
ResponderEliminarUn texto muy interesante, y muy cierto! Y explicado con rigor y cierto tinte poético que embellece más si cabe su sentido.
ResponderEliminarHace falta sensibilidad, y saber, para poder percibir esas realidades que habéis vivido.
Un excelente trabajo José Manuel.
Un abrazo.
Hola Ernesto:
EliminarLas casualidades (en las que no creo) nos permitió conocernos en una encrucijada, a mitad de camino entre el lugar donde vives, el lugar donde vivo y el lugar de donde regresabas.
Otra casualidad (que tampoco debe serlo) hace hoy que te encuentre en Internet, en el amable comentario. Cierto que había intentado leer la última entra de tu Blog, pero no pude ya que "alguna meiga" decía que "usted no ha sido invitado para entrar en este Blog. El Blog solo admite lectores invitados".
¡Me quedé de piedra! Y... al poco tiempo, recibo un comentario tan amable y vital, que me sabe a gloria, primero porque vives y porque, por vez primera recibo tu palabra escrita, en un texto sobre la naturaleza que "protege, cura y enseña". Es lo que vivimos en Navarra, y más concretamente en la Selva de Irati.
Después de esta enseñanza "casual", espero que lleguen para ti, los otros dos aspectos del bosque.
Con ese doble deseo, recibe un abrazo enorme que llegue hasta tu valle y hasta ti.
José Manuel
Totalmente de acuerdo.
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