Partiendo desde Astorga, capital de
la Maragatería, pasando por Castrillo de Polvazares y Santa Coloma de Somoza, el viajero llegó con algunos familiares a
Filiel, un pueblo remoto y con encanto, en
la ladera misma de la Sierra del Teleno.
El Teleno es un monte emblemático,
visible desde toda la comarca de la Valduerna y la Maragatería, y cuya cumbre
se eleva a 2.188 m, siendo límite natural de
las comarcas leonesas de la Cabrera, la Maragatería y el Bierzo.
Los astures lo consideraban representación
del Dios Teutates, protector de los campos. Fueron los romanos, quienes lo
denominaron "Mars Tilenus",
con lo que se reconoció también como deidad para los invasores. El nombre es un
sincretismo romano-indígena. En él, los
romanos descubrieron y explotaron el oro de sus laderas, en minas a cielo
abierto y no dudaron defenderlo como guerreros (Marte es, para ellos, el dios
de la guerra).
Después de atravesar el rio Duerna,
llegamos a la localidad de Filiel. El
pueblo ha sido fotografiado desde lo alto, no hace mucho, desde un drone, pues es
un enclave importante, perteneciente al
municipio de Lucillo, en la provincia de
León. https://youtu.be/29XW-eYy3EA
El viajero encontró el monte Teleno
ya nevado en su corona y ese día hacia
mucho frio. Tal vez por eso, no había
nadie por la calle; aunque salía humo de algunas chimeneas. Así que lo mejor
era refugiarse en la Taberna del Filiel,
que está a la misma entrada y es acogedora y donde se come bien. La cocina es casera, natural y en su
punto. Victor, el dueño, se hace muy pronto con la gente, sobre todo, si se ha
reservado previamente y lo tiene todo dispuesto.
Coincidió que a la entrada del bar, La Asociación Cultural Filiel
SIGLO XXI, anunciaba ese día el Mangosto de Castañas alrededor del
fuego, en la Plaza. Una razón más para disfrutar.
Después de comer,
decidimos callejear un poco y hacer algunas fotos, porque la naturaleza estaba
engalanada con los mejores colores del otoño. Las nubes, de vez en cuando
ocultaban el sol, pero la sensación térmica era de una temperatura muy baja.
Sin saber por qué un perro apareció en un cruce y se acercó al viajero.
Nada más verle vino para que le
acariciara como si fueran viejos conocidos. Ante las zalamerías del simpático
perro, alguien del grupo, con su móvil, quiso inmortalizar la escena que le
pareció entrañable.
A pocos pasos, en un huerto con la hierba alta
y ortigas, había diversos árboles. Los
colores de las hojas movidas por el viento, la abundancia de los manzanos, las
bayas de los acebos, las zarzas y los escaramujos invitaban a disfrutar
contemplando de cerca todo eso. El suelo estaba sembrado de hojas rojas, ocres,
amarillas y de fruta caída. Un enrejado
impedía el acceso a aquel vergel. El dueño mismo se acercó hasta nosotros,
abrió el candado y retiró la cadena para poder mover la herrumbrosa verja y
permitirnos entrar.
Al salir, prosiguieron el paseo por el pueblo.
Como aún no era muy tarde, el grupo familiar acordó separarse, para conocer
algo del entorno. Unos a pie -los 3 más
valientes-, saldrían del pueblo por la Calle de Los Nogales para tomar el
camino de la montaña, y dirigirse luego hacia Molinaferrera,
en el valle del río Duerna. En algunos tramos hay bifurcaciones, y en otros,
sencillamente no hay camino. La localidad de destino se encuentra a más de una hora de
distancia. El otro grupo volvería por la calle
que cruza Filiel para salir del pueblo. Estos, harían una ruta más larga
por carretera, para finalmente confluir
y aguardar allí a los montañeros.
El viajero y su guía, no se iban a
aburrir. El guía, además de buen conversador, conocía la mayor parte de las
rutas de la Península y era de León. Desde Filiel hay rutas ornitológicas para avistamiento
de aves. Muy cerca se encuentra "la ruta del oro" hacia las minas que
los romanos abrieron hace 2000 años en
la localidad. No tienen el relieve ni la
importancia de las Médulas, en la localidad cercana de El Bierzo; pero están
relacionadas por la explotación aurífera.
En el bar-restaurante donde comimos, había visto fotografías e incluso un libro de algo desconocido: los Petroglifos de Peñafadiel, Petroglifos de Filiel (foto adjunta) y Petroglifos de Chana, etc. Eso nos trasladaba a épocas remotas, mucho más antiguas que los romanos. Se trata de megalitos de la época Calcolítica (de 4 ó 5 mil años) que contienen diversos grabados que decoran estas piedras, -seguramente sagradas para ellos-; las marcas forman laberintos y cazoletas, así como pequeños canales y estanques utilizados en rituales con líquidos. Estos grabados en la roca, -orientadas hacia el Teleno-, son los más antiguos encontrados en el mundo. La Junta de Castilla León, muestra estas joyas en paneles, con el título: "Petroglifos del Teleno". Son joyas de la Edad de Bronce, pero no están protegidos en absoluto.
(Fotos de Internet de los petroglifos de la Maragatería y video: https://youtu.be/G7FnrqxFWn0 ).
El viajero y su guía, decidieron visitar la Chana de Somoza, que es un inmejorable mirador de la montaña del Teleno. Hay petroglifos, donde aparecen grabados superpuestos tal vez pertenecientes a épocas diferentes. Como curiosidad que llama extrañamente la atención, es "la cruz" que corona la iglesia de Santiago de la localidad, que más parece un águila imperial de los estandartes romanos, que una cruz cristiana. Dicen que está esculpida en la roca verde a la que por aquí llaman "moraliza", es decir, la piedra en la que están grabados los laberintos , herraduras y huecos, similares a los de otros lugares de la zona.
La Laguna de la Chana, que tiene a sus pies este municipio, es un vestigio de
cuando los romanos buscaban oro por estas tierras.
Por causa del tiempo desapacible, más
invernal que otoñal, y del intenso frío, en el recorrido por el pueblo, tampoco
vimos a nadie. Pero algunas personas que vienen en épocas mejores, cuentan
que en Chana de Somoza, todavía quedan "filanderas".
Al tomar el desvío hacia
Molinaferrera, hay una famosa Cruz de madera sobre un pequeño pilar de roca. Nada
la protege de las lluvia ni el viento. Su presencia es una muestra de la bondad
de los habitantes de la Chana. Según mi
guía, "cuenta la leyenda que un
viajero de La Cabrera (León), regresando ebrio de la feria de Lucillo sobre su
caballo, al llegar a este lugar se cayó golpeándose con la cabeza en una
piedra, lo que le produjo la muerte. El pueblo, en su memoria, levantó una cruz
que ha sido renovada por distintos personajes
locales. Los últimos carpinteros que la han renovado son Narciso
Martínez, Luis Martínez, Tomás Simón y Martín Simón".
Más adelante atravesamos el río Duerna,
y llegamos a Molinaferrera. Nos dio
tiempo a recorrer el pueblo y aún tuvimos que esperar a los caminantes.
Como ya había anochecido y venían por
el monte, el viajero sin poder contener los nervios, les puso un Whatsapp, con una pregunta muy
escueta a los 3 caminantes:
- ¿Qué tal vais?
-¡Vamos bien y vamos cinco! (Ni que decir tiene que eso era aún más
desconcertante; podía ser cualquier cosa, hasta un secuestro).
-¿Y eso?
-¡Ya lo veréis! (Un escalofrío de inquietud recorrió al viajero, de
la cabeza a los pies; se lo dijo).
-Pues, ¡estamos inquietos! (El guía y el viajero, hablaron de ir en
su busca, pero a dónde y por donde, si no sabían ni dónde se encontraban ni por
dónde venían). Afortunadamente, su móvil se encendió con un nuevo mensaje:
-Estamos llegando. Vemos a lo lejos la torre de la iglesia. No debe
faltar mucho. (Les comunicó el lugar exacto donde ellos se encontraban).
-Estamos casi en el cruce y cerca del río.(Pasó un tiempo y solo el
corazón se podía escuchar. Volvió a iluminarse el móvil):
- Ya estamos al lado de una ermita y del indicador de Molinaferrera.
- Vale, vamos hacia allá.
Alguien llamó a la mente, "la
loca de la casa". Juega con los sentimientos, con el tiempo, te hace ver
fantasmas y peligros donde no los hay.
Cuando llegamos allí, nos
encontramos tranquilos a los 3 caminantes. ¡A su lado había dos hermosos perros
negros! A uno de ellos lo conocí enseguida. Era el que me había venido a
saludar en Filiel, después de comer. El otro era un poco más grande. Nunca lo
había visto.
Los caminantes despidieron a los
perros y subieron al coche para regresar a FIliel. Lo que nos contaron después,
hace pensar. Siento escalofríos al recordarlo
para escribir.
- "Al
salir del pueblo y coger el camino de Filiel a Molinaferrera, el perro que te
saludó y al que le hice una foto, se nos acercó, venia con otro más grande. Sin
decirles nada, "el tuyo" se puso delante de nosotros y el otro detrás.
Así hemos venido todo el camino. Cuando
volvíamos la cabeza para mirar al grande, se paraba como si desconfiara, volvía
la cabeza y miraba hacia el monte. Daba la impresión que le hubieran maltratado.
Ni una palabra amable, ni una caricia aceptaba porque no se acercaba".
-¡Y se han quedado ahí sin vosotros...! ¡Ahora, tendrán que volver por
el monte solos! ¡Son mucho más que perros, son ángeles protectores en cuerpo de
perros!
-De verdad que con ellos nos hemos
sentido muy seguros. Yo pensaba que si nos pasaba algo en el camino del bosque, ellos nos defenderían o irían al pueblo para buscar ayuda!
-¡No sabíamos si llegarían con nosotros hasta encontraros! ¡Cualquiera
sabe lo que piensa un perro y menos cuando andan libres por el monte! Pero...
¡nos han acompañado sin que les diéramos nada a cambio, porque nada habíamos
previsto y nada teníamos!
-¡Quedarán en nuestra memoria, como el mejor recuerdo de este viaje! ¡Tengo
que contarlo, aunque no lo crean! ¡Estoy emocionado, después de haberlo pasado
tan mal, porque se me hacía que tardabais!
Así regresamos a Filiel, por la fiesta de
la Hoguera y el Mangosto de Castañas. Se dice que los vecinos de aquí son los
que tienen más gusto de todos los de la zona.
Nosotros podemos decir que son muy acogedores, generosos y alegres. Lo
hemos vivido con ellos en la fiesta.
https://youtu.be/z662E2rZco8
Algunos de sus perros también son
especiales. Tal vez hay una conexión con los humanos, que por ahora desconocemos.
Como escribió A. Gala, "el perro es una unión con la naturaleza y la
presencia de un mundo no humano y afectivo, más humano a veces que el del
hombre". Aquellos compañeros de camino, nos han hecho olvidar la belleza
del paisaje de otoño para saber que hay
una belleza más íntima y más cálida que piensa, siente, sufre, ama y palpita en
el corazón de un perro.
José Manuel Belmonte.
PUBLICADO EN
ESPERANDO LA LUZ 16-11-2019
EL HERALDO DEL HENARES
17-11-2019
Al leer tu historia me quedo con pena. Dos perros solos en el monte. Desde que tuve conmigo a mi Thor, comprendo que mi sensibilidad por los animales y en especial por los perros es exagerada. Me apena saber que hay perros solos, en la calle, sin protección ante el frío, para comer, sin que nadie les mire las patas por si se pinchan algo en ellas, sin cariño.
ResponderEliminarEn uno de mis cuentos, al finalizarlo digo algo con lo que tú has coincidido: "los ángeles existen y a veces en forma de perritos". Y así es.
SAludos.
Salieron del pueblo, para acompañar. Se hicieron encontradizos, como ángeles, como el que acompañó a Tobías. Volvieron solos. Cierto. También es verdad que en los pueblos, no tienen la protección que les otorgamos en las ciudades. Pero tienen dueño. Estaban alimentados. Libres pero no abandonados. Su mirada era inmensa y profunda. Al segundo, no me acerqué, porque no conocía la historia. Pero algo conozco de estos "compañeros de camino", porque convivo con el 4º.
EliminarGracias y un fuerte abrazo.
Un relato entretenido. Y una guía para recorrer esos parajes.
ResponderEliminarAbrazos José Manuel.
Gracias Ernesto. Aveces surgen vivencias, personas o animales, historias, que ni conoces, ni esperabas. Si algo descubres,emociona, tal vez uno siente deseo de plasmarlo por escrito para ser consciente de lo que nos ha regalado la escapada. Si le sirve a alguien, mejor, sin pretensión alguna.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.