viernes, 20 de agosto de 2010

Derecho a la vida y a la muerte digna

Decía Umbral en 2004, “no estamos maduros para ser viejos, aunque la ciencia nos prolongue la vida”. Precisé al genial escritor, en mi libro “Dos años de camino con Paco”, que en realidad no estamos preparados para casi nada. Los grandes acontecimientos de la vida, el nacimiento, la adolescencia, la paternidad, la jubilación, la vejez y la muerte, nos pillan siempre por sorpresa.

Durante la vida, toda situación que se prolonga puede sacar lo mejor de nosotros y también lo peor. También de los que nos rodean. Una de estas situaciones es la longevidad. Los científicos afirman que en el ser humano pueden darse ya cuatro etapas: “niñez, adultez, ancianidad joven y ancianidad mayor”.

En el mundo actual, hemos considerado un avance de la ciencia el que la vida se prolongue más de los 80 años. Es más, según la revista The Lancet más de la mitad de los bebés que nacen hoy vivirán cien años.

Pero los abuelos actuales -ancianidad mayor-, tienen achaques y problemas de salud. Es normal. Eso supone que más de un 33% de personas que tienen de 50 a 70 años, tienen mayores dependientes (padres o suegros). El trabajo no siempre está donde residen los abuelos. A veces estas personas requieren ingresos en centros sanitarios, lejos del domicilio familiar. En algunos casos el enfermo tiene etapas y, en alguna, no es lo suficiente comprensivo con los cuidadores. El estrés que estas situaciones producen sobre el cuidador es enorme. De hecho se puede llegar a lo que se conoce como el “síndrome del cuidador quemado”.

Y no es raro que el cuidador o cuidadora estalle: “No puedo más. Por favor que esto se acabe. La odio o le odio (al enfermo o anciano) porque se está poniendo insoportable”. Y se siente mal por ese pensamiento o ese grito. En realidad le quiere y no pasa nada. Es un desahogo.

Hay situaciones en que la enfermedad es grave o incurable y, el cuidador lo sabe. La vida es maravillosa, pero también dura. Pero no se puede trivializar. No es un juego.

Enrique Rojas decía, que estamos creando una sociedad, pusilánime, e incapaz de mirar a la muerte porque “vivimos de espaldas a la muerte, que no cuenta”. Con la filosofía hedonista y la ilusión de eterna juventud, de goce y disfrute, el anciano y el enfermo no encajan bien. Perdido el sentido trascendente de la vida, la vida misma ha perdido valor. Somos seres espirituales, pero como decía Soren Kierkegaard: “la mayoría de los hombres viven sin ser totalmente conscientes de que son seres espirituales”.

La muerte no se entiende. No se la considera como un “paso a otro nivel”. Se la considera como un fin. Un fin absoluto. Por eso asusta o se ignora. Es cierto que algunas personas, han estado muertas, y regresan del túnel y dicen como Jessie: “nunca he estado más viva que cuando estuve muerta. Sigo pensando así y me niego a avergonzarme de ello” (Raymond Moody, Life after life -Vida después de la vida-). Eso no hace más que corroborar lo que dice la religión y la fe. Pero algunos no quieren oir hablar, ni pensar que esta vida se prolonga más allá de la muerte. La vida cambia, no se destruye, ni se acaba.

Estamos hablando, en general, de la última etapa de la vida de una persona. Normalmente el médico de cabecera a la vista del cuadro clínico prescribe acudir al hospital. Hasta aquí todo normal.

No verlo normal, puede degradar esta etapa. La banalización es hacer de la eutanasia un juego. Ya existe en inglés ese juego peligroso. (The Gruen Transfer - The Pitch - Compulsory Euthanasia). Como si fuera un programa divertido, unos concursantes emiten uno spots en los que promueven la eutanasia activa a los 80 años. Sutilmente va pasando un mensaje que el auditorio entre risas y aplausos va tragando. (Puede verse pinchando en el enlace de youtube siguiente: http://www.youtube.com/watch?v=J5neAm_wT3Q&feature=player_embedded)

Lo cierto es que en casa, o en el hospital, puede vivirse un drama, o una tragedia. No que el paciente muera, (que puede suceder o no), sino que por un familiar y el médico van a terminar con su vida por una mala praxis. En el artículo citado más abajo, se narra la contradicción entre dos familiares, uno de los cuales le comenta al médico que desea que la enferma “dejara de sufrir cuanto antes”. La enferma es sedada, con dosis progresivas y sin hidratación. Cuando llega el otro familiar, se da cuenta de lo que le están haciendo y exige que se le ponga suero, y unos cuidados paliativos integrales y de calidad. “Nadie va a un hospital a que le maten, sino a que le curen o, si es posible a que mejoren su calidad de vida...esto y no otra cosa es lo que merece el calificativo de CUIDADOS PALIATIVOS” (Agustín Losada Pescador, en CIVICA, Hay Cuidados Paliativos que matan).

Es éste último tramo de la vida el que se intenta manipular. Es aquí donde se sitúa el verdadero debate sobre la eutanasia. “La muerte digna” no suele ser lo mismo para todos. Hay una carga ideológica que conviene descubrir y aclarar. Está en juego, lo mismo que en el caso del aborto, el derecho a la vida. Por supuesto, también el último momento de la vida está politizado. Lo veremos otro día.

VER: Un bebé prematuro "resucita" tras dos horas sobre el pecho desnudo de su madre - 20minutos.es http://www.facebook.com/l.php?u=http%3A%2F%2Fwww.20minutos.es%2F&h=19a39 Los médicos certificaron la muerte del bebé, con tan solo 27 semanas de gestación, pero la madre pidió tenerlo con ella. Tras dos horas de caricias y pal ...abras, el pequeño "resucitó".
Ver más ; EL DIA 05-09-2010

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