Soy un cristiano, perteneciente a la parroquia de D .Eusebio. No sé si es mucho o poco para dirigirme a usted con todo respeto, para decirle lo que pienso. No tengo representación alguna en la parroquia, ni he recogido firmas de nadie para apoyar mi escrito. Le escribo a propósito de la decisión de apartar a D. Eusebio de la Parroquia de San Pascual Bailón.
D. Eusebio lleva 31 largos años sembrando el bien en este barrio y en esta parroquia. Puso lo mejor de sí para cimentarla y levantarla. De sus peregrinaciones se trajo en los bolsillos, materiales de sueños y tierra de los santos lugares y de las catacumbas. No es literatura. Son hechos. Durante estos años, con humanidad y con cariño, con ilusión y con mucho entusiasmo, lo ha ido dando todo, en un barrio pobre, sin relumbrón y con muchas necesidades. Así se ha ido metiendo a la gente en su corazón y en su bolsillo.
Pero hay más y seguro que usted lo sabe. Muchas otras personas, familias enteras, atraídas por la bondad y la fuerza interior de D. Eusebio han venido de otras parroquias. ¡Algo tendrá este hombre de Dios, cuando la gente viene!. Aquí ha bautizado a muchas criaturas, bendecido matrimonios, preparado para la catequesis de la comunión y la confirmación. Y cuando muchos nos han dejado, ha puesto su hombro y su palabra para ayudar primero al enfermo y luego a su familia. Aquí, destrozado y esperanzado en su fe, ha visto morir a su propio hermano.
Le han llamado desde otros mil lugares, por su humanidad y disponibilidad, para celebrar con ellos los momentos de gozo o de dolor. Todos entienden su lenguaje. No sé si eso es síntoma de algo a tener en cuenta, porque no me toca valorarlo. Es otro dato.
Ahora nos tiene que dejar, porque tiene que obedecer a quien ha dispuesto su relevo. Se despide el día 6. Si él lo pidiese, lo necesitara o lo quisiera, la gente lo entendería. Si le hubieran dado un cargo que para ejercerlo tuviera que marchar lo verían bien. Pero no es el caso. La realidad es simplemente que D. Eusebio ha llegado a la edad de jubilación. Ese argumento parece importante en una empresa humana, no en la Iglesia Católica. Ni siquiera el Papa se jubila, aunque podría hacerlo. Y D. Eusebio es un muy buen pastor. Sus feligreses y sus amigos, llenarán, por decisión propia las mesas y le arroparán en una Cena Homenaje en el Hotel Meliá el día 11. Nadie les obliga. Es el corazón agradecido que late y decide. Desean estar con él y decirle adiós. Algunos, aunque lo quisieran no podrán estar: los compromisos y la crisis cuentan también aquí.
Además, nos consta a todos que no hay muchos seminaristas ni muchos curas. Algunos han estado junto a D. Eusebio y se han sentido apoyados por su sabiduría y sus consejos. ¿No sería mejor ayudarle que cambiarle?. ¿No se corre el riesgo de espantar y alejar a quienes han venido y están por él?. Esta iglesia pequeña, es una gran familia. D. Eusebio es uno más de la familia de todos. A algunos, Señor Obispo, tal vez más de los que se pueda imaginar, nos gustaría que repensara su decisión. En la Iglesia no se suele permitir hablar, no es frecuente pedir opinión y apenas se escucha a los fieles. Es posible, pues, que si todo está “atado” y nada ni nadie va a hacer que algo pueda cambiar o tenerse en cuenta, este testimonio no sirva para nada. En ese caso, disculpe mi sinceridad y mi atrevimiento.
Sólo me resta mandar desde aquí un abrazo sincero a este buen hombre, y buen párroco. Un ejemplo vivo para muchos. Nuestro aprecio y nuestro agradecimiento le acompañarán siempre.
D. Eusebio lleva 31 largos años sembrando el bien en este barrio y en esta parroquia. Puso lo mejor de sí para cimentarla y levantarla. De sus peregrinaciones se trajo en los bolsillos, materiales de sueños y tierra de los santos lugares y de las catacumbas. No es literatura. Son hechos. Durante estos años, con humanidad y con cariño, con ilusión y con mucho entusiasmo, lo ha ido dando todo, en un barrio pobre, sin relumbrón y con muchas necesidades. Así se ha ido metiendo a la gente en su corazón y en su bolsillo.
Pero hay más y seguro que usted lo sabe. Muchas otras personas, familias enteras, atraídas por la bondad y la fuerza interior de D. Eusebio han venido de otras parroquias. ¡Algo tendrá este hombre de Dios, cuando la gente viene!. Aquí ha bautizado a muchas criaturas, bendecido matrimonios, preparado para la catequesis de la comunión y la confirmación. Y cuando muchos nos han dejado, ha puesto su hombro y su palabra para ayudar primero al enfermo y luego a su familia. Aquí, destrozado y esperanzado en su fe, ha visto morir a su propio hermano.
Le han llamado desde otros mil lugares, por su humanidad y disponibilidad, para celebrar con ellos los momentos de gozo o de dolor. Todos entienden su lenguaje. No sé si eso es síntoma de algo a tener en cuenta, porque no me toca valorarlo. Es otro dato.
Ahora nos tiene que dejar, porque tiene que obedecer a quien ha dispuesto su relevo. Se despide el día 6. Si él lo pidiese, lo necesitara o lo quisiera, la gente lo entendería. Si le hubieran dado un cargo que para ejercerlo tuviera que marchar lo verían bien. Pero no es el caso. La realidad es simplemente que D. Eusebio ha llegado a la edad de jubilación. Ese argumento parece importante en una empresa humana, no en la Iglesia Católica. Ni siquiera el Papa se jubila, aunque podría hacerlo. Y D. Eusebio es un muy buen pastor. Sus feligreses y sus amigos, llenarán, por decisión propia las mesas y le arroparán en una Cena Homenaje en el Hotel Meliá el día 11. Nadie les obliga. Es el corazón agradecido que late y decide. Desean estar con él y decirle adiós. Algunos, aunque lo quisieran no podrán estar: los compromisos y la crisis cuentan también aquí.
Además, nos consta a todos que no hay muchos seminaristas ni muchos curas. Algunos han estado junto a D. Eusebio y se han sentido apoyados por su sabiduría y sus consejos. ¿No sería mejor ayudarle que cambiarle?. ¿No se corre el riesgo de espantar y alejar a quienes han venido y están por él?. Esta iglesia pequeña, es una gran familia. D. Eusebio es uno más de la familia de todos. A algunos, Señor Obispo, tal vez más de los que se pueda imaginar, nos gustaría que repensara su decisión. En la Iglesia no se suele permitir hablar, no es frecuente pedir opinión y apenas se escucha a los fieles. Es posible, pues, que si todo está “atado” y nada ni nadie va a hacer que algo pueda cambiar o tenerse en cuenta, este testimonio no sirva para nada. En ese caso, disculpe mi sinceridad y mi atrevimiento.
Sólo me resta mandar desde aquí un abrazo sincero a este buen hombre, y buen párroco. Un ejemplo vivo para muchos. Nuestro aprecio y nuestro agradecimiento le acompañarán siempre.
PUBLICADO en Guadaqué? el 4 de septiembre de 2009, NUEVA ALCARRIA el 11 de septiembre de 2009 y EL DIA el 18 de septiembre de 2009
Me ha parecido muy acertada la carta que escribes, yo pienso lo mismo pero me falta el don para saberlo decir tan bien. Ole por tu valor.
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